Poder por abandono
El presidente del Congreso de los Diputados, Manuel Marín, que ha acreditado más seriedad que astucia, ha dicho que está «desencantado con las formas actuales de hacer política» y abandona la vida pública. Lo primero que hay que preguntarse es si las formas actuales son peores que las de antes, incluidas las de los griegos. Junto a los que se han afanado por arbitrar noblemente la convivencia ha existido un notable porcentaje de granujas, variable según las épocas y los sistemas. La proporción actual en España es muy alta. Gentes infradotadas o que al menos no han mostrado su dotación para otras funciones, han encontrado aquí su acomodo. Abundan los desertores de su profesión, pero en menos escala de los que no tenían ninguna. ¿Cómo va a sorprendernos que el presidente del Congreso de los Diputados aspire a rehuir ciertas compañías? Además, él no se retira: lo han retirado. Al parecer, hace tiempo que le tenían buscado un suplente: el plusmarquista de la adaptación y la confusión, el tipo que sirve igual para un roto que para un descosido: el señor Bono, tan añorado por él mismo.
Actualizado: GuardarManuel Marín ha dicho que va a dedicarse, cuando se retire de la vida pública, que lo trae últimamente como a mujer pública por rastrojo, a luchar contra el cambio climático. Será un combate más fácil. ¿Dónde van a compararse los cambios climáticos con los cambios políticos? El caso es que otro histórico del PSOE va a pasar a la Historia. El hombre abandona, pero nunca sabremos si es porque no aguanta más o porque ya no le aguantan más a él, por culpa de la presión de los que quieren ocupar su puesto. Si los relevos de los altos cargos son constantes no es porque sea necesaria su sustitución, sino porque hay culos de buen asiento que aspiran a ocupar ese lugar. Y a dejar al anterior en el sitio.