Destensar la cuerda
El último informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha confirmado que Irán, aun habiendo mantenido una selectiva cooperación con dicho organismo, dispone ya de 3.000 centrifugadoras para el enriquecimiento de uranio. De ahí que las declaraciones de Hugo Chávez antes de su viaje a Teherán, defendiendo el programa nuclear iraní y anunciando que su país también desarrollará uno, evidencian la amenazante irresponsabilidad del presidente venezolano. El organismo dirigido por Al Baradei ha hablado de una colaboración de Irán más reactiva que proactiva, lo que coloca al alto funcionario de origen egipcio en una posición más arbitral que de verificación e inspección ante la disyuntiva a la que se enfrenta la comunidad internacional sobre imponer o no una tercera ronda de sanciones desde el Consejo de Seguridad. Pero además, el espaldarazo chavista a la iniciativa nuclear iraní genera nuevas sombras sobre la capacidad que las instancias internacionales puedan tener para mantener bajo control el peligro que representaría la potencial proliferación de armas nucleares diseminadas por países que, en tan distantes puntos del planeta, pudieran acceder a partir de ahora a su posesión.
Actualizado:Washington y Tel Aviv han iniciado una nueva escalada de presiones internacionales para aplicar medidas más coercitivas contra Teherán, y hace muchos meses que la eventualidad de una intervención militar viene abriéndose paso bajo el argumento de que el régimen iraní intenta ganar tiempo para, mientras tanto, iniciar con sus 3.000 centrifugadoras la producción del uranio enriquecido necesario para armar una bomba nuclear. Llegados a este punto, si Irán quiere la energía nuclear para su legítimo uso civil debe demostrar taxativamente que su programa no es militar. Porque si la cuerda se tensa más podría ocurrir que ni siquiera se espere a que una última resolución abra -como la 1441 y sus «graves consecuencias», en la que se apoyaron Londres y Washington para justificar la invasión de Irak- una nueva caja de Pandora en el Golfo Pérsico. Resulta urgente destensar esa cuerda. Aunque hoy por hoy, y dada la indiferencia que continúa mostrando Teherán ante los argumentos y advertencias de los países occidentales, sólo una disposición favorable por parte de China y Rusia a imponer una nueva serie de sanciones podría obligar a Ahmadineyad a reconsiderar su postura. Lo malo es que esta incierta posibilidad sea quizá la última esperanza que les quede a los iraníes y al mundo para evitar que la escalada de la tensión desemboque en una actuación militar a gran escala sobre Irán.