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SIBERIA. Putin toma café en una reunión con trabajadores. / AP
MUNDO

La OSCE renuncia a enviar observadores a las elecciones rusas por las continuas trabas

La organización europea denuncia en una carta los retrasos y restricciones que ha impuesto el Kremlin

RAFAEL M. MAÑUECO
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Se ve venir que las elecciones legislativas que se celebran en Rusia el próximo 2 de diciembre, en las que el presidente, Vladímir Putin, espera verse refrendado, será un completo fiasco. De tanto limitar el número de observadores internacionales y dificultar los trámites burocráticos, Moscú ha conseguido que la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) se vea obligada a renunciar a su misión de observación en Rusia.

Así lo decía ayer, en una carta a la Comisión Electoral Central de Rusia, Christian Strohal, director de la Oficina para las Instituciones Democráticas y los Derechos Humanos (Odihr) de la OSCE. Strohal denuncia «retrasos y restricciones» por parte de las autoridades rusas, lo que, según su opinión, «hace imposible nuestra presencia en los comicios del 2 de diciembre». En el texto del documento se asegura que en Moscú «no desean recibir a los observadores». La portavoz de la Odihr, Urdur Gunnarsdottir, advirtió de que «ya es demasiado tarde para desplegar eficazmente nuestra misión en territorio ruso». El presidente de la Comisión Electoral Central rusa, Vladímir Chúrov, no obstante, sostiene que los documentos, incluyendo los visados, han sido enviados a tiempo. Por su parte, el portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, Mijaíl Kaminin, achaca lo sucedido «al caos interno reinante en la OSCE», organización a la que también pertenece Rusia. El presidente del Senado ruso, Serguéi Mirónov, dijo ayer que «no vamos a llorar por que no vengan los observadores».

Pero, sin la supervisión de la Organización para la Seguridad y Cooperación, los comicios quedarán bajo sospecha de manipulación. Eso desluciría la presumible victoria de Putin, que encabeza la lista de Rusia Unida, el partido mayoritario en el Parlamento. La OSCE verifica habitualmente las elecciones en los países que la constituyen, como ha sucedido recientemente en Polonia y Suiza. Esta vez, Moscú ha permitido sólo la presencia de 70 observadores, en lugar de los 400 que asistieron las presidenciales rusas de 2004, y poniendo toda clase de obstáculos.

Un total de once partidos han sido inscritos a las elecciones, pero, según los sondeos, los únicos que obtendrán representación serán la formación oficialista Rusia Unida y el Partido Comunista. Ninguno de los otras nueve formaciones parecen estar en condiciones de superar la barrera del 7%, algo indispensable para poder tomar parte en el reparto de escaños. Un sondeo dado a conocer ayer asigna a Rusia Unida el 67% de los votos y el 14% a los comunistas. El alto índice de aceptación del partido del Kremlin, al que muchos acusan de ser un nido de oportunistas, trepadores y funcionarios corruptos, no es mérito propio, sino de Putin. Antes del actual repunte en los sondeos, Rusia Unida perdió seis puntos en intención de voto en tan sólo tres semanas a causa de la alta tasa de inflación que sufre el país.

En defensa de su partido

Por eso, el presidente salió el pasado martes en su defensa, algo que nunca antes había hecho con tanto ardor. Putin afirmó durante un viaje a Krasnoyarsk (Siberia) que, sin la ayuda de Rusia Unida, «no hubiera podido hacer tantas cosas». Reconoció, no obstante, que «frecuentemente, en el partido se cuelan arrivistas». «Si Rusia Unida ganas las elecciones, significará que la gente confía en mí y, por tanto, tendré el derecho moral a seguir ejerciendo influencia», subrayó. Lo que no explicó el mandatario ruso es cómo piensa mantener esa influencia en un país en el que el presidente lo es todo y él no podrá ser presidente. A menos que modifique la Constitución después de diciembre.