ANABOLIZANTE

'Er cuchareo' gaditano

Po eso dicen, que ya no se guisa. No más papas con cazón, ni berza de coles. La incorporación de la mujer a la vida laboral tiene sus efectos secundarios, algunos negativos. Una pena. Porque a veces se nos olvida que para ser iguales y mejores la solución no pasa necesariamente por imitar a los hombres y hacer todo lo que ellos hacen. Más bien habría que conseguir que ellos imitaran las cosas buenas que nosotras hemos atesorado durante siglos.

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Un ejemplo: Mi mare. El otro día nos puso por delante un potaje de habichuelas pintas, con su chorizo, su jamón, sus caracolitos de pasta. Y después, nos endiñó unas berenjenas rellenas de carne, con o sin bechamel, a escoger. Y todavía hizo su famosa pregunta: «¿Os habéis quedado con hambre, os frío un huevo?» Mi mare, como todas las mujeres de su generación, es una virtuosa de la cocina. Mi pare también guisa para matarse, pero el hombre no le ha podido dedicar tanto tiempo como ella, obviamente, porque trabajaba. A mi mare la he visto yo tirar las cebollas y los tomates a la olla desde la fregadera, como Magic Johnson, a la vez que ponía la lavadora y nos pegaba cuatro gritos para que recogiéramos la habitación. Y aún así, le salía un puchero, una carne al toro, un menudo ¿Ah! Pero esto se va a perder. Yo misma tengo que dejar de hacer bastantes cosas si quiero pasar una mañana en la cocina preparando algo que sea más elaborado que una ensalada. El otro día decían por la tele que los guisos tradicionales estaban siendo sustituidos por fritos, plancha, congelados. Los niños se alimentan a base de bistec con papas (tampoco quieren otra cosa) porque la madre o el padre no pueden dedicarle diariamente un par de horitas a los fogones. Una pena grande, insisto, que el sitio más bonito, más cálido y más agradable de una casa, la cocina, esté dejando de tener sentido.