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Chávez, Marruecos y OTAN

Una vez sabido y bien sabido por qué Chávez magnifica a favor de sí mismo ese «¿Por qué no te callas?» con que el Rey don Juan Carlos pretendió cortar la retahíla de denuestos que el presidente venezolano lanzaba en la Cumbre Iberoamericana de Chile contra España, sólo falta poner fecha al fin de la crisis bilateral abierta: cuando se celebre el referéndum que haga a Chávez permanente sucesor de sí mismo. Ningún líder populista acepta que a su política chamagosa se le responda con un esquema de soluciones socialdemócratas, aunque donde se ha escrito soluciones debe leerse parches, porque en Latinoamérica el problema de la miseria sólo se puede resolver por etapas.

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El hecho es que la XVII Cumbre Iberoamericana, por primera vez en la historia de estos concilios, ha elaborado en Santiago de Chile unas conclusiones sensatas, de política económica, para ir reduciendo las desigualdades sociales, que la globalización no reduce sino que aumenta. Se orientan los programas a una cohesión social que aún está muy lejos de conseguirse.

Pero esa línea de soluciones o parches de índole socialdemócrata desmoronan la justicia social que el estrambótico revolucionario Chávez predica, por lo que el asunto, la crisis que el presidente venezolano se esfuerza en prolongar desenterrando hasta a Tupac Amaru, se acabará cuando el referéndum se celebre y lo gane. Porque es muy duro para un hombre infantil y soberbio, despótico y populista haber oído en boca del rey de España ese «¿Por qué no te callas?» que en cualquier país sudamericano se traduciría por «¿Calláte, huevón!».

Es loable la actitud del Gobierno al recurrir a la serenidad que piden los empresarios españoles en Venezuela, y por supuesto el sentido común, mientras acaba de reponerse Chávez de la supuesta ofensaque le ha infligido un imperio que ya no ve ponerse el sol al otro lado del Atlántico. Y merece subrayarse la diferencia que existe, en el campo internacional, entre un individuo como Chávez, que es su propio gobierno y quiere ser hasta el Estado, y la monarquía alauita, que tras unas protestas por la visita de los Reyes a Ceuta y Melilla ha ido sofocando los reproches hasta hacerlos inaudibles, por lo que ni siquiera llegaron a plantear una crisis, aunque el embajador marroquí fuera llamado a consultas.

No es fácil, sin embargo, cambiar una política exterior que se creía incorrecta, por lo que se producen situaciones complejas de transición. La presencia del Rey en nuestras dos ciudades africanas ha sido una forma de elevar las relaciones hispanomarroquíes a un nivel en el que las dos partes habrán de comportarse con exquisito realismo. Y el descalabro electoral en Bruselas del general Félix Sanz Roldán sólo significa dos cosas: que los sondeos diplomáticos previos a una elección nunca son fiables, a no ser que la elección sólo sirva para refrendar una designación a dedo. O cuando un despliegue de tropas en el exterior, y en Afganistán especialmente, es mayor y está menos precavidamente condicionado, caso del italiano, que el español. Por eso, entre otras razones, habría vencido el almirante italiano.