Una escena para recordar
CALLE PORVERA Podría escribir sobre el Aeropuerto, los abusivos precios que cobran la mayoría de aparcamientos de la ciudad o sobre la guerra dialéctica entre PSOE y PP en Jerez. Pero no. Hay una imagen que se ha instalado en mi cabeza desde el pasado domingo y que aún tardará en desaparecer, así que todo lo demás queda en un segundo plano para quien esto sucribe.
Actualizado: GuardarAllí estaba ella, ausente, ajena al ajetreo de personas que entraban y salían por la puerta de Urgencias del Hospital de Jerez. Estaba sentada en el saliente de una ventana y a escasos metros, su chico, un joven con la cara de buena persona que suele caracterizar a la gente de campo. Compartían el dolor por lo que apenas 48 horas antes había sucedido. Él permanecía en cuclillas mirando constantemente por la cristalera de la puerta de entrada a ver si salía alguien a quien llevaban ya un rato grande esperando y que debía traerles nuevas noticias que explicasen lo que había pasado y, de paso, les ayudasen a aliviar mínimamente su estado.
Nada de ataques de histeria ni de escenificaciones de dolor. Lo llevaban por dentro, como supongo que hoy, cuatro días después, lo siguen llevando. Y debe ser un dolor grande, de los que cambian una vida por completo y de los que hacen que ya nada vuelva a ser igual que antes.
Unos indeseables habían matado el viernes a palos a su madre y dejado malherido a su padrastro. Todo, parece ser, por un puñado de billetes. Manda cojones.
No me dijo su nombre. Era lo de menos. Su relato sobre lo sucedido helaba la sangre. Su mirada, repleta de rabia contenida, suplicaba un porqué y exigía justicia. Ojalá la consiga.