Libre decisión
El cese temporal de la convivencia matrimonial entre la Infanta Doña Elena y Jaime de Marichalar representa la libre decisión de una mujer y un hombre que, tras doce años de matrimonio, han convenido afrontar así tanto su vida más personal como la responsabilidad que a ambos atañe respecto a sus hijos Juan Felipe Froilán y Victoria Federica. Los términos empleados por las fuentes de la Zarzuela denotan que los Duques de Lugo han optado por no conceder alcance jurídico alguno a su separación, lo que a su vez reflejaría una actitud de prudencia o una disposición reacia a adoptar una resolución definitiva e irreversible. De manera que la libre decisión de Doña Elena y Don Jaime no sólo se refiere al cese temporal de su convivencia, sino que también afecta al modo en que han resuelto formalizar tal decisión, sin duda guiados por sus convicciones más profundas, en atención a sus más íntimos sentimientos y en consonancia con las obligaciones que comparten hacia sus hijos.
Actualizado: GuardarEn una sociedad abierta, los integrantes de la Casa Real están sometidos a la atención que su notoriedad suscita en la opinión pública. La noticia de la separación de la Infanta Elena despierta el lógico interés ciudadano ante las vicisitudes de una hija de los Reyes. Pero es de desear que ello no llegue a desbordar los cauces dispuestos para satisfacer el legítimo derecho de los españoles a la información, y permita que ésta se ofrezca desde el respeto debido a la privacidad que especialmente se requiere en una situación así, siempre dolorosa y sensible. La dimensión pública que adquiere la figura de la Infanta, y que tuvo como uno de sus instantes más memorables la ceremonia de su boda con Jaime de Marichalar, deriva de su pertenencia a la Casa Real. Pero además la vivencia íntima de una separación, sean quienes sean sus protagonistas, en ningún caso puede acabar siendo objeto de actuaciones presuntamente informativas que se entrometan en el desarrollo libremente convenido del cese de la convivencia.
La Infanta Elena ocupa el cuarto lugar en el orden de sucesión a la Corona española y, en esa misma medida, ha venido atendiendo cuantas obligaciones le han sido asignadas en representación de la Monarquía. Una función que, sin duda, deberá seguir desempeñando sin que a la misma pueda afectar el cese de su convivencia matrimonial con Jaime de Marichalar. Todo lo contrario, es en la asunción cotidiana de su cometido institucional como Doña Elena puede preservar mejor su papel de Infanta para asegurarse, al mismo tiempo, ese ámbito privado en el que pueda desenvolverse personalmente y en el que le corresponderá educar a sus hijos compartiendo dicha tarea con el padre de estos.