Guionistas
La crítica popular ha reprochado con frecuencia a la tele su falta de inteligencia. Por eso se habla de la caja tonta. Es un juicio excesivo, porque en la tele, como en otras cosas humanas, hay muchas inteligencias: la de los productores, la de los actores, la de los técnicos. Uno de los capítulos donde más rica es la inteligencia televisiva es el de los guiones: quién escribe las historias. Y es justamente este gremio el que acaba de declararse en huelga en Estados Unidos -dos semanas llevan ya- para pasmo del mundo entero excepto, precisamente, los propios estadounidenses. ¿Qué les pasa a los guionistas? Por decirlo en dos palabras, que quieren más dinero. Y no les faltan razones, porque, siendo como son la materia gris del negocio, su situación económica dista de ser envidiable.
Actualizado: GuardarTodo esto empezó cuando a los estudios les dio por conceder fuertes tajadas de la taquilla a los actores estrella y a los directores. Con ese sistema de repartir el pastel, a las productoras les ha ido quedando un trozo relativamente pequeño de la tarta y con él tienen que pagar todos los gastos fijos -entre ellos, el de los guionistas- y, además, restar los beneficios propios de la empresa. Resultado: poco hay de donde tirar. Si las productoras aumentan los salarios de los guionistas, se arriesgan a ver muy disminuidos sus beneficios empresariales, y eso es pecado en el reino de la cantidad.
La actual situación tiene un precedente inmediato: la huelga de 1998, que terminó con muy escasas mejoras para los huelguistas. La cuestión estriba en saber por cuánto tiempo puede ahora mantenerse el espectáculo con los guionistas de brazos cruzados. Es verdad que varias teleseries y varios shows de importancia han tenido que parar, pero la tele sigue funcionando, el público sigue ahí detrás y, por el momento, la avalancha de reposiciones que ha caído sobre los norteamericanos no está teniendo ningún efecto: no hay multitudes ante las puertas de las cadenas para reclamar que se reanude la emisión de tal o cual serie. Por decirlo en dos palabras: la tele funciona ahora sin inteligencia y nadie advierte la diferencia. Los guionistas no lo van a tener nada fácil.