Obligada protección
Las bombas colocadas por ETA ante los juzgados de Getxo, con las que pretendía asesinar a los agentes de la Policía vasca que lograron desactivarlas, terminaron por provocar ayer unas inesperadas y graves consecuencias. Un ertzaina sufrió la amputación de cuatro dedos de su mano derecha y otro resultó contusionado al estallar accidentalmente uno de los detonadores que inspeccionaban los artificieros, lo que convierte a ambos en los primeros agentes heridos en los últimos 21 meses por la actuación criminal de los terroristas. Este desgraciado desenlace pone de manifiesto la capacidad mortífera de la banda, pero también la necesidad de extremar las medidas de precaución con que debe desarrollarse el trabajo de los efectivos policiales cuándo éste se dedica al imprescindible combate contra el terror.
Actualizado: GuardarEl consejero de Interior advirtió ayer, cuando aún no se había producido la deflagración, que la neutralización de los artefactos no constituye «una ciencia exacta», por lo que pueden generarse resultados indeseados. Pero las dificultades evidenciadas para localizar la bomba de Getxo camuflada en una papelera, con la consiguiente amenaza para la seguridad colectiva, y el riesgo que corrieron ayer los artificieros al manipular los componentes de los explosivos sugieren cuando menos alguna carencia en los protocolos de actuación. La debida solidaridad hacia los cuerpos policiales en la lucha contra ETA no debe excluir la revisión crítica de sus propios mecanismos de protección. Antes al contrario: la invulnerabilidad de los agentes supone la mejor garantía para la seguridad de todos. Y las razonables demandas de Balza sobre la incorporación de la Ertzaintza al espacio Schengen de la UE no pueden hacer olvidar la labor fundamental que confiere la legalidad estatutaria al Cuerpo, como baluarte para asegurar la convivencia en libertad y la protección frente al terror que ha situado a sus miembros en la diana.