Nadie se acordará de nosotros, por Álvaro de la Calle
Actualizado: GuardarAsí es la vida, sólo los más cercanos, los que duren el tiempo que duremos en su memoria se acordarán de nosotros, pero la memoria es frágil, y se olvida pronto de las gestas que hicieron gente humilde y trabajadora.
La gloria sólo es para los elegidos, deportistas que tocados por la magia de lo sobrenatural son capaces de permanecer en el recuerdo de las generaciones venideras. Lo mismo ocurre en el resto de ámbitos de la vida. Todos mortales y sólo los célebres pasan a la historia.
Pero aunque la vida sea así, existen millones de deportistas anónimos, esforzados que cada día destinan parte de su tiempo a engrandecerse como personas y a crecer como deportistas. Me pasaron el otro día por la red un video estremecedor y a la vez de una belleza sin igual. Se trata de un joven parapléjico que no puede practicar deporte, su padre, en torno a los cincuenta o sesenta años lo practica por él. La película que dura unos ocho minutos recoge los momentos más intensos de la participación de padre e hijo en un triatlón, una de las pruebas más duras y exigentes.
Primero, el padre se lanza al agua y con una cuerda atada a su cuerpo, remolca a su descendiente que anteriormente había sido ubicado en una barca neumática, tras terminar la primera etapa, sale del agua, coge a su hijo en brazos, lo monta en un artilugio ubicado en la parte delantera de su bicicleta y a hacer kilómetros. La tercera prueba es a pie, monta a su hijo en una silla de ruedas preparada para la ocasión y otro tanto de lo mismo, kilómetros por delante y al final la meta.
Cuando llegan a la meta padre e hijo ya es de noche, en la meta esperan una multitud de participantes que rinden homenaje al esfuerzo que acaban de realizar los dos deportistas. Lo mejor es ver la cara del hijo, esa cara junto a la de su padre nunca se puede olvidar. Impresionante.