La gallina de los huevos de oro
LA PORVERA Ahora que los multicines proliferan en la ciudad con todos los avances habidos y por haber; ahora que ya casi nada sorprende debido a que la revolución tecnológica hará que un día salgan los actores de la pantalla con algún truco de David Copperfield y ni nos inmutaremos; ahora que hay más salas de cine en la ciudad que películas para ver, asistiremos atónitos y estupefactos al hecho de que las proyecciones se repitan una y otra vez en todos lados, desmintiendo aquella idea de que, a mayor oferta, mayor variedad.
Actualizado: GuardarUn compañero de trabajo en esta misma columna, con su idea sobre la publicidad, se preguntaba si fue antes el huevo o la gallina. Es decir, si la publicidad crea hábitos o los hábitos, la tendencia consumista, la necesidad, ya están ahí, y la publicidad simplemente lo que hace es recordarlos y reflejarlos. Él lo tenía claro: la publicidad es la que crea, o en cualquier caso potencia, hábitos que no existen (por cierto, compañero, me estás solucionando media columna).
Yo la historia ésta del huevo y la gallina no la tengo tan clara. Y esto se puede aplicar a las típicas y tópicas películas que se proyectan en el 90% de las salas, a la telebasura o a los hábitos consumistas. Está claro que la gente tiene que rellenar su tiempo libre con algo, y prefiere hacerlo comprando zapatos que leyendo (que conste que no es una crítica, es una realidad). En el caso de la telebasura o la prensa del hígado, ídem de ídem. Y también con el cine. Hoy la gente no quiere sesudas reflexiones sobre el sentido de la vida, sino explosiones a mansalva o la vida edulcorada a través del cristal de los productores hollywoodienses (¿se dirá así?). Tenemos lo que nos merecemos.