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Editorial

Desafío pakistaní

El anuncio efectuado ayer por Pervez Musharraf sobre la convocatoria de elecciones legislativas en Pakistán antes del 9 de enero constituye un gesto imprescindible del general para contener las presiones internacionales -en especial, las de EE UU- y poder imponer su llamado plan de 'transición democrática'. Sin embargo, la confirmación sobre los comicios no despeja si para la fecha en que se celebren, antes incluso de lo previsto inicialmente, las autoridades habrán levantado el estado de excepción que pesa sobre el país desde hace más de una semana. Porque supondría toda una escenificación de anormalidad que una cita con las urnas tan relevante se llevara a cabo en medio de fuertes limitaciones en el ejercicio del derecho de reunión o de expresión. Con su decisión, Musharraf pretende recuperar y blindar el pacto que había negociado pacientemente con Benazir Bhutto -la líder del primer partido nacional, el Popular Pakistaní-, quien ha sufrido en primera persona desde que retornó del exilio las medidas restrictivas auspiciadas por el general.

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Pero esta forzada alianza de intereses avalada por EE UU se enfrenta, además de a las carencias derivadas de su cuestionable limpieza democrática, a las dificultades de la propia Bhutto para poder asumir las controvertidas iniciativas de Musharraf, que ha facultado a los tribunales militares para que juzguen a los civiles sospechosos de alterar el orden público. La ex primera ministra deberá aclarar si acata la decisión del general de depurar al presidente del Tribunal Supremo y a otros ocho magistrados para sustituirlos por un grupo de jueces dispuestos a resolver favorablemente para Musharraf las acusaciones de ilegalidad sobre su reelección. Junto a ello, el pacto confina a una oposición segura a la Liga Musulmana, cuyo jefe, Nawaz Sharif, no ha sido amnistiado ni autorizado a regresar a Pakistán; lo que constituye otro desafío para la credibilidad de Bhutto, obligada a reivindicar la igualdad de oportunidades políticas. Su ejecutoria y la del presidente paquistaní habrán de demostrar que su acercamiento no significa únicamente la vía más realista para tratar de encauzar la crisis del país, sino que es realmente la mejor alternativa para la estabilidad nacional y para la lucha eficaz contra el avance del terrorismo integrista.