En casa del herrero, cuchara...
Rafael Pino Duarte es un artesano capaz de sacar, de un recio tronco de madera, el utensilio necesario para la cocina de hoy
Actualizado:Rafael Pino Duarte tiene esa nobleza y sentido común que acompañan a los nobles hombres de campo. Siempre ha preferido el trino de los pajarillos que el ruido de las sirenas, el calor de la chimenea que la calefacción central, los árboles que los grandes pisos y la luz de la luna que las farolas eléctricas. «Aunque tengo casa en Jerez, siempre he vivido en el campo, en Monifartillo, que es una finca al lado de Montes Propios. Allí sí que me siento como en casa», subraya.
Desde hace unos siete años, Rafael se instaló definitivamente en su casa de Jerez. Allí comenzó su afición a moldear la madera. Sacar de un basto tronco una cuchara, un tenedor una pala o una simple vara de acebuche para ayudarse a andar por el campo. «Surgió para estar entretenido más que por otra cosa», comenta. Y las tardes las pasaba Rafael con una gubia en las manos soltando virutas que se esparcían por el suelo del taller.
El caso es que hasta en casa del herrero debe de haber una cuchara de palo para remover un cocido, una paleta para hacer un refrito, un cuenco para machacar un ajo o un martillo para hacer carne picada.
Sin prisa alguna, con la lentitud necesaria para adquirir el oficio, nuestro protagonista comenzó a comercializar sus productos artesanales en el rastrillo de la Alameda Vieja o en el mercadillo de los lunes.
Tiempo y dedicación
«Mucha gente piensa que estas cosas valen poco, pero lo cierto es que hacer una pieza de estas se lleva su tiempo y su dedicación. Quizá no se valora el tiempo que se dedica a esto», subraya tras decirle a una señora interesada que un cuenco vale cuatro euros. La señora parece que ha visto al diablo y sale disparada, y Rafael subraya de nuevo el poco valor que se le da a un trabajo tan artesanal.
Del viejo tronco de una haya, un alcornoque, el pino o un robusto roble, Rafael Pino Duarte tiene la paciencia suficiente y arte necesario para hacer un utensilio de uso.
Una vieja madera puede recobrar vida desempeñando una función práctica para el hombre. De esto no hay duda por mucho que Francis Bacon dijera aquello de: «Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quienes confiar y viejos autores para leer».