![](/cadiz/prensa/noticias/200711/12/fotos/047D7CA-DEP-P1_1.jpg)
El Real Madrid gana el correcalles a un peleón Mallorca
Las genialidades de Robinho acaban con un equipo balear muy compacto
Actualizado: GuardarEl Madrid ganó y mantuvo el liderato en un gran duelo contra el Mallorca, que nunca se escondió en el Santiago Bernabéu. El partido se rompió en cinco minutos, el tiempo necesario para que Pereyra rematara solo una falta; para que Van Nistelrooy maldijera en su holandés materno por no llegar al centro de Raúl y para que Heinze le diera un manotazo al baló e hiciera penalti. Unos picos de emoción que anunciaban que el duelo entre blancos y bermellones iba a ser divertido. Los dos equipos tienen una lectura futbolística similar, con la portería contraria como único objetivo. En esta teoría, la defensa pasa a ser un actor secundario. Es un riesgo que se asume con naturalidad, porque los dos técnicos entienden que cuanto más cerca de la portería contraria se está, menos peligro se corre.
Con estas ideas, el partido se convirtió en un maravilloso correcalles. El Mallorca, abría el campo para que sus fechas destrozaran a los laterales blancos; el Madrid circulaba el balón al primer toque y le daba el balón a Robinho. El brasileño, desde que se fuera de juerga con sus compañeros de selección en Río de Janeiro, está en estado de gracia. Está suelto, confiado en que sus gambetas van a salir a la primera. Y lo que es mejor para Schuster, da confianza a sus compañeros. Así se entiende el primer gol blanco. Robinho le da un pase lateral a Marcelo, que cuelga un centro desde la línea de fondo que su hermano marca.
El Bernabéu olía la goleada, pero el Mallorca no era una comparsa. Tenía a Varela. El andaluz está viviendo una segunda juventud en el equipo balear después de salir rebotado del Betis. Además, en el estadio blanco siempre se crece. Varela aprovechó un regalo de Marcelo, que no paró un pase de Arango, para recortar a Casillas y rematar con la zurda. Robinho respondió a la afrenta y marcó en posición dudosa. Pero Varela estaba crecido. Veinte minutos más tarde, disparaba desde 30 metros y marcaba por toda la escuadra uno de los mejores goles de la temporada.
A por todas
Bernd Schuster y Gregorio Manzano estaban contentos. El técnico español, porque su equipo había respondido dos veces al Madrid; el alemán, por la constancia de sus hombres. El Madrid, a pesar de la osadía mallorquina, seguía de la misma manera, creando fútbol desde el centro del campo (donde sobresalió Sneijder en esa posición híbrida de creador e interior) y arrastrando a sus compañeros. Es lo que quería Schuster, que no respiró tranquilo hasta que Van Nistelrooy anotó el gol de la victoria.
Porque el Mallorca seguía a lo suyo, lanzado a tumba abierta a por Casillas. Y lo logró. Güiza hacía el arquero para celebrar el tercer tanto de su equipo; pero la alegría duró poco. Robinho, otra vez, salió al rescate de su equipo. Se inventó una jugada maravillosa por la banda y le regaló el gol a Raúl. Después, Van Nistelrooy dio la puntilla para terminar con la ilusión del Mallorca, que le tiene cogida la medida a los blancos.