Un sueño que no fue
Es muy probable que el nombre del arquitecto Juan Navarro Baldeweg no les suene a la mayoría de ustedes. Y también, que no conozcan el escándalo provocado por la presidenta de la Comunidad de Madrid, doña Esperanza Aguirre, al retirarle de la dirección de las obras del Teatro del Canal, cuyo diseño ganó el concurso internacional convocado en su día por Gallardón. Me gustaría acercarles a este hombre bueno, al que debo un agradecimiento que nunca he podido expresar adecuadamente.
Actualizado:Juan Navarro es uno de esos hombres que ponen el listón de lo humano un poco más alto. Seres que se esfuerzan con tesón a lo largo de su vida para crear belleza y armonía a su alrededor. Un hombre reconocido mundialmente tanto por su arquitectura como por su pintura (Premio Nacional de Artes Plásticas). Es el responsable, por ejemplo, del Palacio de Congresos de Salamanca, del Centro de Música en la Universidad de Princeton, del Centro de Congresos de Salzburgo, el Centro Cultural Salvador Allende en Chile o del Museo Cuevas de Altamira. Y fue el autor del proyecto de un Palacio de Congresos y Exposiciones de Cádiz que, de haberse realizado, ocuparía desde hace 15 años el lastimoso aparcamiento situado a espaldas del Parque Genovés, uno de los lugares más emblemáticos, potentes y hermosos de la ciudad y la Bahía de Cádiz.
La mañana luminosa en que, encaramados en la cubierta del Parador, contemplábamos el futuro emplazamiento, pude observar el brillo ilusionado de su mirada abarcando el mar infinito frente a Rota, bebiéndose aquella luz, que él ya veía entrando por un enorme lucernario circular a las salas del futuro palacio. Con palabras cálidas explicaba que los congresistas sentados en el auditorio central verían por un rectángulo aquel maravilloso paisaje de la entrada de la Bahía. Un sueño para una ciudad que no fue, que no pudo ser. Lo más doloroso fue el día que tuve que comunicarle personalmente que había perdido la batalla para construir su proyecto. Su dolor era el de la víctima que ha recibido una puñalada y mira a su agresor sin entender porqué, sin un mal gesto, con la elegancia de un maestro.
¿Ójala! Juan, que ganes esta batalla (apoyoajuannavarro@yahoo.es) contra la indignidad y el nepotismo, no sólo por la buena arquitectura o por que Madrid sea más bello y los madrileños más afortunados por poder disfrutar asiduamente de tu obra, sino porque formas parte de ese grupo cada vez más numeroso de arquitectos, pintores, escritores, músicos o cineastas españoles que a pesar de haber conseguido el reconocimiento internacional tienen dificultades para realizar su trabajo aquí. Arquitectos y artistas han salido a la calle con caretas blancas para solidarizarse contigo frente a la ignorancia y desprecio con que en este país los necios e ignorantes han ninguneado siempre el mérito, la genialidad o el trabajo bien hecho.
Para Juan Navarro la arquitectura es el resultado de una doble pulsión, la del horizonte (la mirada hacia el límite donde los objetos se reconcilian con los contextos que modifican) y la del deseo: el minotauro ciego de Picasso, que extiende su mano para percibir el objeto que anhela ( De El horizonte en la mano). Comprendan pues, que sienta el doloroso vacío de la belleza que no fue, cada vez que paso por detrás del Parque Genovés.