Donde las calles no tienen nombre

El heredero de Speed Festival

El miércoles por la tarde me planté allí intentando recordar aquello de lo que tanto había hablado y escrito, aquello que la fragilidad de la memoria había arrinconado en alguna de las estanterías de mis recuerdos. Sinceramente, iba ávido por comprobar el resultado final. Un punto de impaciencia me recorría de arriba a abajo tratando de imaginar el aspecto definitivo de tan magnífico proyecto. Y rebotaban en mi mente, al igual que en el flashback de una película, nombres como el de Euroamerican o Xerez 21, declaraciones grandilocuentes e, incluso, maquetas coloristas en páginas de periódico.

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Cuando llegué no había ni rastro del edificio Fórmula, aquel que iba a ser construido en forma de monoplaza, ¿no se acuerdan? Tampoco estaba la montaña rusa más grande de Europa, ¿o era del mundo? Bueno, allí no estaba ni la más grande de Jédula. Tampoco observé ninguna de las pistas donde estaban llamados a dar espectáculo los prototipos más espectaculares del universo del automóvil. Y, por supuesto, no vi pasar ni uno sólo de esos karts en los que empiezan a pilotar los futuros fernandos alonsos cuando apenas llegan con los pies a los pedales. Había muchos coches, si, pero todos estaban perfectamente alineados en unos amplísimos aparcamientos.

Sin embargo, y pese a no encontrar todo aquello que un día me vendieron, el lugar sí tenía el aspecto de un parque temático. Raudo, caminé hacia la puerta principal buscando un letrero que me sacara de dudas. Efectivamente, estaba en Área Sur y no en Speed Festival.

El parque temático del motor que nos dijeron se iba a levantar en esa parcela había dado paso finalmente a un espectacular complejo comercial -lo de centro comercial se le queda pequeño, creanme- como algunos pronosticaron años atrás mientras nuestros políticos se rasgaban las vestiduras bramando en hebreo y defendiendo la viabilidad de aquella segunda intentona por levantar en Jerez un parque de atracciones.

Pero, ciertamente, el cambio no me decepcionó. Además, ya sabemos que los parques temáticos tienen una muy complicada subsistencia a no ser que vengan tocados por la varita mágica del ratón Mickey. Y si no que se lo pregunten a los dueños de Isla Mágica, por ejemplo. Área Sur es también un parque de atracciones, un parque temático del consumo, un huracán de oportunidades para la diversión y el gasto, un mastodonte comercial como nunca se había visto antes por estas latitudes. El resultado es francamente atractivo y grandioso desde que se entra por las puertas. Ver tal profusión de establecimientos y firmas de primer nivel, comprobar la cuidada estética del recinto y lo seductor de sus encantos en forma de escaparates, cines, restaurantes y boleras me empujó hacia una reflexión.

Por una lado, cabe imaginar que Área Sur se va a convertir en muy poco tiempo en el epicentro comercial de la provincia. La entrada como está previsto de cinco millones de personas al año en sus instalaciones debe repercutir en riqueza y empleo no sólo para sus promotores, que para eso se han gastado un pico en el invento, sino para toda la ciudad. Para los empresarios y comerciantes de Jerez que han decidido invertir en el lugar y para sus trabajadores y sus familias.

Por otro lado, cabe preguntarse si las tiendas del centro de Jerez y otros espacios comerciales de la zona no van a verse seriamente resentidos por una oferta tan variada y bien presentada como la de este nuevo y deslumbrante proyecto. Es decir, que puede que estemos desvistiendo un santo para vestir a otro. Se nos dice que no, que todo van a ser parabienes. Y yo me agarro a eso con fuerza esperando que el tiempo dicte su sentencia.