El rey de Ceuta y Melilla
Ahora que se han calmado un poco las aguas del Estrecho (las superficiales, porque la mar de fondo de Rabat es, como siempre, traicionera y vengativa), la ocasión se presenta ideal para hablar de la Monarquía (española), de Ceuta y Melilla, de traidores e ignorantes y de imbéciles. La Real visita a la España norteafricana ha servido para varias cosas: en lo anecdótico, para que el Gobierno marroquí lance insidias y amenazas, jaleado por los analfabetos traidores del nazismo catalán (a los pobrecitos les hiere la bandera española como el sol a los vampiros, ¿lástima que no les cause el mismo efecto!); en lo patético, para que se demuestre por millonésima vez que la diplomacia española está en manos de inútiles y peligrosos islamófilos (insuperable el tándem «Moratino & Bernardino», uno haciendo el tonto en Marruecos mientras Marruecos retiraba a su embajador, y el otro comparando Ceuta y Melilla con Gibraltar); y en lo práctico, para ver cuán necesitado está el Gobierno español más antiespañol de todos los tiempos de aparentar que no es Gobierno español más antiespañol de todos los tiempos.
Actualizado: GuardarSin embargo, lo realmente importante de la visita han sido dos cosas: la primera es que se ha puesto término a un demasiado largo y demasiado hiriente desprecio hacia los ceutíes y melillenses, pero no sólo hacia ellos, también hacia todos los españoles que sentimos y amamos nuestra tierra por igual, los que consideramos que el metro cuadrado más cochambroso que pueda encontrarse en Ceuta es tan español y digno de ser protegido como el más caro y lujoso que haya en la calle Preciados (y la historia dice que eso es así desde hace más de medio milenio, cuando faltaban siglos para que algo llamado Marruecos empezara siquiera a tomar forma; así que los que hablan de «ciudades expoliadas», «graves provocaciones» o similitudes con la roca que nos robaron los pérfidos mediante engaño y piratería, harían menos el ridículo si callaran).
Y la segunda es que por fin el Rey ha empezado a ganarse el sueldo tras lo que a muchos ha parecido un excesivo período de tiempo viviendo del cuento. No es que a uno la monarquía le despierte gran entusiasmo (de hecho, sería republicano si «república» no fuera en España sinónimo de R al cubo -Rojerío Radical Revanchista-), pero con gusto y alegría reconozco que el viaje del monarca ha sido providencial para una institución que aparentaba estar ya irreparablemente mustia. Así que olé por el Rey, y congratulémonos de que quien amistosamente dijo a un fascista catalán que hablando se entiende la gente, haya hablado esta semana con Ceuta y Melilla; haya hablado, por fin, con España.! acadaunolosuyo.blogspot.com