ÁLVARO DOMECQ. Montado en su 'Espléndida', tira de la avenida José León de Carranza. En el otro extremo de la misma, la campiña comienza a hacerse extensa.
Jerez

La vida de una calle tras la estela de 'Espléndida'

La avenida José León de Carranza mezcla el frenético ritmo de la vida moderna con algunas estampas del Jerez clásico

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Vista desde el Hotel Jerez, parece que tira de ella don Álvaro Domecq montado en su Espléndida. Comienza justo a la grupa de la famosa jaca jerezana, y acaba cuando la campiña se hace grande, extensa y perdida en el horizonte, donde la mirada se pierde y se diluye hasta llegar a Sanlúcar de Barrameda. Pocas travesías de la ciudad pueden sentirse tan jerezanas como ésta, custodiada por ambos lados por dos iconos de Jerez.

Se trata de la avenida José León de Carranza, que en su largo recorrido acoge varias urbanizaciones de viviendas, colegios, comercios y hasta la parroquia de San Benito. Pero tendremos que ir por partes en el recorrido por esta vía donde los automóviles hacen sus rutas, los viandantes caminan al atardecer y las ventanas de los bloques conforman un gran panal de vidas independientes.

Hace un par de décadas, a un lado de la avenida tan sólo había campo. Una señora que vive en el bloque de El Cuco desde que se entregaron los pisos hace veinticinco años afirma muy segura que en la acera de enfrente jamás ha habido vaquerizas. El dato surge cuando alguien atestigua que «hace veinte años tan sólo había vacas más allá de la avenida». El debate ha quedado zanjado, pues la seguridad de la señora es suficiente elemento como para descartar semejante explotación ganadera en medio de Jerez. Ahora se ven casas de lujo, sin nombre, y al otro lado de la calle, los edificios de Las Adelfas y El Cuco, pero todos se ponen de acuerdo de que hace veinte años, cuando aquello estaba baldío, se veía el conocido colegio de religiosas.

La peluquería es siempre un buen lugar para tomar el pulso de la calle. Juana Caballero lleva nada menos que diecisiete años peinando a las señoras de la zona. «No sólo tengo clientas de aquí, también se acercan señoras desde otras zonas de Jerez», asegura. En el improvisado debate sobre la calle surge la gran circulación que mañana, tarde y noche pasa por la artería jerezana. «Es bueno para nosotros, sin duda, porque es un lugar de mucho paso y un excelente escaparate», afirma Juana, que interrumpe su almuerzo a las cinco de la tarde para atender al curioso reportero.

Tan buen son debe de tener la avenida León de Carranza en cuanto a lo comercial se refiere que bajo el edificio El Cuco hay una tienda de padel. Se trata del elemento snob de la zona. Estefanía Fuentes lleva la tienda, un lugar donde los apasionados a la raqueta entre paredes transparentes se sentirían en un paraíso. «Llevamos aquí un año, y la verdad es que el paso de vehículos es lo más molesto. No paran de pasar motos estridentes y ambulancias con sirenas», comenta Estefanía Fuentes, que es una gaditana que en Jerez se siente como en casa.

Un paseo

Las anchas aceras invitan al paseo, aunque esté acompañado por el estruendo de los motores. José cuenta que vive en San Ginés de la Jara, en unos pisitos muy coquetos que se hicieron para los trabajadores de la bodega. José dice que todas las tardes recorre las largas aceras de la avenida León de Carranza a la misma hora. «El movimiento de esta avenida me motiva. No me molesta en absoluto, es parte de la zona. Quizá no nos acostumbraríamos, después de tantos años, a vivir sin el tránsito de coches. Forma parte del paisaje», subraya. No tiene tiempo para entretenerse, el cuerpo se enfría y alguien le ha sugerido que, si se para en medio de la caminata, las calorías seguirán agarradas a sus músculos como una sanguijuela cabreada.

Dejando atrás al solitario edificio de Santo Domingo, conocido popularmente como el de «los escribientes» -al parecer cuando se entregaron las viviendas todos los vecinos salían muy arregladitos del portal-, se puede cruzar por uno de los pocos pasos de peatones que existen hasta llegar de nuevo a El Cuco. Allí está Paco Cordero, en el famoso Quirós moderno. «Llevamos aquí unos diez años, aunque somos una prolongación de lo que fue el Quirós en la calle Consistorio. Seguimos con lo nuestro, la droguería y el revelado de fotos», comenta Cordero. Al entrar en el comercio te atracan los mismos olores que había en la antigua tienda fundada en 1879. Azufre, añil, un poco de perfume y algo así como una mezcla de alcanfor y pintura. Una retrospectiva en el tiempo en plena arteria al norte de Jerez.

Más allá se encuentran altos bloques que se levantan orgullosos conformando un bosque de ventanas. El Almendral con su piscina a un lado, San Benito y La Espléndida que todavía tiene ese sabor añejo en medio de la gran avenida. Y el escape hasta la salida de Jerez no sin antes saludar en su azulejo al Señor de la Clemencia, referente devocional del barrio de San Benito que cada año va ganando enteros y solidez gracias a la labor de su incipiente cofradía. Y el final de Montealto que es un epílogo misterioso para quienes recorren la avenida de parte a parte, con sus paredes de pino que imposibilitan la visión al interior de las casas.

Se pierde

El el tramo final de la Avenida José León de Carranza hay un paso continuo de personas que cruzan con cierto atrevimiento. Se trata de los muchos trabajadores de Qualytel que dejan aparcados los teléfonos y se acercan al bar Wimpy a tomarse un café bien cargado con bocadillo de filete.

La tarde ha caído tras las cepas que hay al otro lado de la carretera. Atrás queda don Álvaro montado en su Espléndida, monumento ecuestre de Nicolás Domecq. Y un cierto halo a mosto todavía se deja notar en el ambiente proveniente de la viña.