Odisea contra el gluten
Los médicos tardaron doce años en diagnosticarle a Antonio Vega la intolerancia y el camino ha sido duro: «Hoy ya estoy concienciado»
Actualizado:Antonio tenía doce años cuando un médico que llegó como caído del cielo no necesitó más que verlo para saber que podía ser celíaco. Hasta entonces «siempre había tenido vómitos y diarrea. Me ingresó, me hizo la endoscopia y las pruebas y vio que tenía intolerancia al gluten. A partir de ahí mejoré a pasos agigantados». Llegar a esto le costó lo suyo al muchacho y a sus padres: «Fue una lucha dura, sobre todo de mi madre». Antonio recuerda situaciones esperpénticas: «Nos dijeron que a mi madre se le acumulaban gérmenes en las uñas y me los transmitía al hacer la comida».
La tardanza en el diagnóstico provocó que Antonio tuviera dormida la hormona del crecimiento: «Me puse en manos de un endocrino y para que la hormona se me despertara tenía que comer, aparte de la comida habitual, un kilo de verdura y un kilo de fruta cada día». A sus 25 años, el joven asegura estar «concienciado»: «Aún sigue siendo difícil porque se te ponen los dientes largos, pero no merece la pena disfrutar cinco minutos en comer una cosa y luego estar tres días malo con unos dolores de estómago impresionantes». Aparte de ser celíaco, Antonio es intolerante también a la lactosa, algo que le pasa a muchos celíacos: «Echo de menos todo lo que es comida rápida, ir al Mc Donalds como todos los jóvenes, poder ir de camping o a una barbacoa porque no puedo comer pan. Es cierto que hay alternativas pero es un engorro porque tengo que ir cargando con mis cosas».
Como otros muchos, Antonio compra su pan sin gluten en la famosa panadería de Sanlúcar: «Es panadero de pan y dulces para celíacos debido a que su hija es celíaca que si no, seguro que tampoco lo haría».
Para comer en casa no hay mucha complicación: «Hoy he comido patatas fritas con carne. Las comidas de cuchara como los potajes, guisos, la carne o el pescado frito, eso sí, con harina de maíz, no tienen gluten. El problema es al salir a la calle», asegura. «Tengo que preguntar todo el tiempo si las salsas tienen harina y sólo puedo ir a sitios donde hay platos combinados de filete o churrascos. El único sitio que he encontrado en Jerez es la pizzería Da Paolo que hace pasta especial para celíacos».
El precio de los productos es otro de los caballos de batalla de las personas celíacas: «Un paquete de picos de 125 gramos para celíacos vale cuatro euros mientras que un paquete de medio kilo de los normales vale sesenta céntimos».
Encontrar alimentos
Además, no es fácil encontrar sus alimentos: «Sólo hay en El Corte Inglés o en una herboristería pidiéndolo porque en todas no hay». Afortunadamente, poco a poco empieza a haber más productos sin gluten: «Lo que había hace unos años era malísimo. Las galletas no tenían el sabor y la textura de las que estamos acostumbrados».
Para esto, Antonio Vega sugiere implantar ayudas: «Deberían dar subvenciones o, al menos, cheques para comprar en determinados sitios donde nos hicieran descuentos. En Cataluña sí se considera una enfermedad y tienen su subvención».
Tampoco hay que confiar en que algunos productos que ya se comercializan añadan gluten: «Hay productos que cambian y les meten harina, por ejemplo, los Doritos, antes no tenían harina y ahora sí la llevan. Tienes que estar constantemente leyendo los ingredientes. Todo tiene gluten: el foie gras, el tomate frito, la mayonesa, las salchichas, el jamón de york, el chorizo... Solamente puedes compar marcas exclusivas, ibéricas y eso lo encarece todo».