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PROTAGONISTA. El pintor posa ante a algunas de sus últimas creaciones.
Cultura

Mágica geografía urbana

El gaditano Ricardo Galán Urréjola presenta en Galería Benot 'La Ciudad hallada', una muestra en la que indaga en las cualidades plásticas de su entorno

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Transportar lo cotidiano a una dimensión superior, convertirlo en un medio -en un modo- de acceder a lo mágico, a lo asombroso, a lo extraordinario; liberar la realidad bruja que se esconde detrás de cada esquina y late, como un tesoro, agazapada entre cristales, cemento quieto y asfalto; superar, en definitiva, los límites cicateros de lo real, transcenderlo, doblegarlo y presentarlo como escenario de un mundo autónomo, regido por sus propias normas, dotado de su propia significación.

Ésa declaración universal de intenciones del artista moderno adquiere un sentido particular y exclusivo cuando hablamos de la obra del pintor gaditano Ricardo Galán Urréjola. Si Baudelaire reivindicaba que el paisaje mítico de la poesía moderna no podía ser otro que la ciudad, la gran urbe del XIX, con sus masas anónimas, sus avenidas brillantes veladas de niebla, sus farolas coronadas de un nimbo de luz, sus placeres prohibidos y su miseria; y Balzac ya había teorizado largamente sobre la prosa encerrada en los subterráneos fascinantes de la ciudad -las ambiciones y las caídas trágicas, las fortunas, los fracasos, los amores venales y las pasiones abnegadas, las intrigas de salón-, hay un bagaje bastante pobre en cuanto la aplicación de estos principios a la creación plástica.

A menudo se cae en el paisaje amanerado, construido sobre la intención de recrear una belleza puramente estética o académica, ignorando que la ciudad, cuerpo y objeto de la exposición que Ricardo Galán presenta en la Galería Benot, también tiene la capacidad de «hacer que podamos observarnos a nosotros mismos desde una perspectiva que pretende ser real y afortunada, de modo que estas obras resulten ser espejos que reflejan no tanto lo que es, sino lo que podría llegar a ser», según palabras del propio autor.

Si Galán ya cultivaba la indagación exhaustiva en las cualidades plásticas del entorno urbano, La Ciudad hallada surge al contemplar el conjunto de estas obras y analizar «las sensaciones y todo el devenir intuitivo» que han protagonizado en el pintor su «lenta y laboriosa creación». Es pues el resultado de una depuración, «una filtración, que ha desencadenado un planteamiento distinto del inicial».

Efectivamente, Galán tiende ahora a transgredir la figuración, y cae en una abstracción creciente, aunque sus estructuras de color y claroscuros no pierdan definitivamente los límites. Podríamos decir que el propio hecho artístico es más importante que «la relación que tenga con la imagen retratada».

De esta forma «la obra se hace independiente» y adquiere un lenguaje tanto en el color como en las geometrías, a veces arbitrarias, o en lo que el propio Galán define como «la utilización de una luz surreal y escenográfica» que remiten a espacios urbanos secuestrados «de lo cotidianamente perceptible y llevados a unos parámetros» que se rigen por sus criterios insondables.

dperez@lavozdigital.es