La escritura corporal
Cuando me he enterado de su muerte lo único que me ha venido a la memoria, a la memoria de lector, la única fiable, es el brutal, intenso, sentido físico que tenía su estilo, casi escultural, de tal manera que siempre guardé esa sensación de su literatura no sólo por su primera novela, sino sobre todo por The fight, que aquí se tradujo por El combate, uno de los libros más inmensos que se hayan escrito sobre boxeo, un libro que es un canto del deporte como épica de la agonía, un libro que es un modelo de nuevo periodismo, un libro que relata la lucha que sostuvieron en Zaire Muhammad Alí y George Foreman por el título mundial de pesos pesados a quince asaltos, un libro que me fascinó toda la vida, a mí, que no gusto del boxeo. Tal ha sido el poder de su literatura. Bueno, de El combate y sus biografías, que no se diferencian en nada de este libro sobre el endiosamiento de Cassius Clay. La que dedicó a Marilyn Monroe, despachándose a gusto contra Arthur Miller y, de paso, desagraviándonos a los demás al hacernos confesar que todos teníamos envidia del dramaturgo, incluso le veíamos sus miserias porque fue el único que logró casarse con la diosa; la que hizo del joven Picasso, donde lo físico, lo sexual, resalta como una fuerza determinante en el pintor español; la de Lee Harvey Oswald, un canto a los años kennedyanos que posee la melancolía de toda literatura volcada en imágenes corporales inolvidables.
Actualizado:En esto fue el digno sucesor de Papá Hemingway, otro fascinado por el boxeo pero que logró sus mejores páginas escribiendo de pesca y toros. 'Cuando éramos reyes', se titula el documental que recogió aquel combate y donde Mailer aparece como uno de los caballeros custodios de aquel evento. Hoy bien puede decirse que fue uno de los reyes, junto a esos dos monstruosos boxeadores. Sólo que entonces no lo sabíamos.