PREOCUPACIÓN. Tomás Daroca, durante la entrevista.
Ciudadanos

«Me han robado a mi hija y ella ha perdido a su padre»

Tomás Daroca lucha cada día por recuperar el cariño de sus hijos tres años después de su separación

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Hace un año y medio que no ve a su hija mayor, de 13 años, y las veces que intenta hablar con ella sólo recibe gritos e insultos. Tomás Daroca, presidente de la Asociación para la Protección Integral de la Familia (Apif), desconocía la existencia del síndrome de alienación parental (SAP) pero la vida quiso que aprendiera su significado de la manera más cruel.

Como para otros miles de hombres en España, su separación matrimonial fue el comienzo de un calvario que ya dura más de tres años. Aunque al comienzo consiguió llegar a un acuerdo con su ex pareja para ver a sus dos hijos, de siete y diez años, dos tardes a la semana y los fines de semana alternos (ella se quedó con la guarda y custodia), el clima de entendimiento no tardó en romperse.

Las primeras señales de alarma fueron la decisión de la madre de mudarse a 250 kilómetros de distancia de Cádiz y su vulneración reiterada del régimen de visitas, a la que sucedió una orden cautelar de alejamiento. Su ex mujer lo acusó de maltratar a los niños basándose en el «pseudoinforme de una psicóloga que estaba escrito a mano» y que, según se comprobó más tarde, no contenía nada de verdad. Según indicó Daroca, «esta psicóloga, a la que he demandado por calumnias, tiene abierto un expediente por parte del Colegio de Psicólogos».

Lo cierto es que Tomás estuvo ocho meses alejado de sus hijos, sin poder verlos ni comunicarse con ellos hasta que el juez suspendió la orden cautelar por falta de pruebas, y esa distancia tuvo consecuencias dramáticas. «Para entonces ya habían cambiado -cuenta-, se habían vuelto extraños y yo para ellos, el shock fue tremendo, mi hija me rechazaba, se negaba a hablarme y me gritaba».

A partir de julio de 2005 pudo ver a los pequeños durante cuatro horas cada 15 días en un punto de encuentro familiar en Mérida. Pero la situación se había vuelto cada vez más tensa, hasta que su hija se negó a volver a verlo. «Con mucha paciencia he restablecido el contacto y el cariño con mi hijo», cuenta, y cada fin de semana recorre 1.000 kilómetros para estar con él. Pero ya no alberga esperanzas de retomar la relación con su hija: «Siento que me han robado a mi hija y ella ha perdido a su padre, sus abuelos y toda su familia paterna».

El de esta pequeña es un caso claro de síndrome de alienación parental, en el que el progenitor que ejerce la custodia predispone maliciosamente al niño en contra del otro progenitor. Afecta, según el representante de la asociación, al 30% o el 40% de los hijos de padres separados y ya está considerado como una forma de maltrato psicológico. En los ejemplos más severos se consigue que el niño odie al padre y al resto de la familia paterna. También se caracteriza porque los niños llegan a creerse tanto las mentiras que les cuentan que inventan recuerdos negativos asociados al padre, y manejan a edades muy tempranas terminología del lenguaje judicial.