Gritos de la ciudad
Un grupo de «escritores de paredes» ha demostrado en Sevilla que esta forma fresca de expresión artística y creativa está ya completamente asentada en la geografía urbana
Actualizado:AMate (Jorge, veintinueve años, de Vitoria) le sorprendió ver que Antena 3 utilizaba el graffiti para promocionar su penúltima serie, El síndrome de Ulises. «Si estamos en la tele a las diez de la noche es que ya hemos dejado de ser marginales», pensó. Mensajes como brochazos en el prime time. Una sorpresa de parecido calado a la que se han llevado esta semana las cincuenta mil personas que circulan a diario por la S30 de Sevilla a la altura de las chimeneas de Emasesa, la empresa de esta ciudad encargada del abastecimiento y saneamiento de aguas. De repente, las inmensas torres, de sesenta metros de altura, empezaron a virar del azul o beis de siempre a la vida imaginada y pintada por unos chicos armados con sprays.
El graffiti como arte nació a finales de los años setenta en Nueva York, pero en estas décadas ha seguido sobrevolando la mente de muchas personas como un garabato sospechoso, como un presunto culpable. Fernando Figueroa, autor de Graphitfragen, una mirada reflexiva sobre el Graffiti (Minotauro Digital), recuerda que a mediados de los ochenta ya aparecía el fenómeno en las secciones de cultura de los periódicos, a raíz de su programación en ARCO, pero lo cierto es que cuando los «escritores de paredes» (así se hacen llamar estos artistas) presentes estos días en Sevilla empezaron su trabajo en un muro, algunos vecinos llamaron a la Policía. «Pensaban que no teníamos permiso», sonríe Bonim (Manuel en el carné de identidad), de veinticinco años. Así se mueve el graffiti, entre el cielo del arte y el suelo de los que aún miran de reojo. Quizá por eso la apuesta de Emasesa -una empresa tradicional- por el último minuto de la creatividad suena a algo especial, «un evento sin precedentes en Europa», según los organizadores. Fernando Martínez Salcedo, su consejero delegado, espera que la ciudad incorpore el resultado de este trabajo a su patrimonio artístico, «que saboree esa potencia expresiva fuera de lo común». Durante estos días en Sevilla han utilizado los aerosoles concursantes de toda España y un jurado de cinco expertos, Bonim (Vitoria), Ome (Gerona), Sagüe (Barcelona), Logan (Sevilla) y Reso (Francia). Entre todos, 2.500 metros cuadrados de instalaciones han mudado su piel (www.wallart-emasesa.com).
Bonim (el nombre artístico es una adaptación libre de Boney M, el grupo musical que encandilaba a sus padres) apuntaba maneras desde pequeño. A los seis o siete años, cuando salía de paseo con su familia, todos solían terminar delante de una pared pintada. Sin duda aquellos ejercicios de fantasía tenían imán. Al menos para él. Más tarde, a los catorce o los quince, empezó a utilizar él mismo los aerosoles. Y a la edad en que se decide el futuro, estudió Bellas Artes e investigó sobre las últimas tendencias de decoración y pintura, con la sana intención de comer de su pasión. «Es un mundo difícil e incomprendido. Mucha gente no se molesta en conocer lo que hacemos, aunque quizá se sorprendería. Es arte fresco, nuevo, diferente».
«Esta faceta artística está alcanzando una dimensión cuyos límites aún parecen lejanos», afirma el especialista Fernando Figueroa (www.graphitfragen.com). Han pasado muchas hojas del calendario desde los años 70 y 80, desde aquella época en la que el graffiti era, según Figueroa, una «plataforma de expresión e identidad cultural de colectivos marginados en la cultura estadounidense, como afroamericanos o puertorriqueños». Muchos de los que este fin de semana han trabajado en Sevilla ni siquiera habían nacido entonces. O eran bebés. Entre ellos, Den, bilbaína, de veintinueve años, que lleva una década con el spray en la mano y que estos días ha formado parte del grupo encargado de pintar la Torre de la Algaba, junto a Cade (Vitoria) y Fuck (Bruselas).
En estos diez años, Eva, o Den, su nombre de batalla, se ha licenciado en Bellas Artes, ha hecho sus incursiones en el mundo del lienzo y, por supuesto, también ha tenido más de un lío con la Policía y con algún vecino quisquilloso, aunque confiesa que aún hoy sigue buscando paredes vírgenes en la ciudad. «Eso es lo que nos motiva, lo que nos hace sentir más vivos», afirma. Den forma parte del colectivo Extralargos (www.extralargos.net), seis «escritores» de Pamplona, Vitoria y Bilbao que trabajan por encargo para Ayuntamientos, en exhibiciones (recientemente, en Toulouse) o en concursos, como el de esta semana en Sevilla.
Festival en Madrid
Sergio Muñoz, de la compañía Boa, participa cada año en la organización de Cultura Urbana (www.culturaurbana.es), un festival que se celebra en Madrid en mayo y que trata de darle cancha a los «gritos» artísticos de la ciudad, desde el hip hop al urban art. Muñoz recuerda que se han hecho instalaciones frente al museo Reina Sofía o colaboraciones entre «escritores» de Nueva York y Madrid. «Es un error asociar automáticamente hip hop a graffiti -asegura-. En estos años me he encontrado gente del heavy metal, o pijos con un rotulador en la mano. Lo cierto es que es una concepción estética que cada vez llama más la atención, a la que dedicamos un espacio creciente, y que influye muy directamente en otros campos, como en la publicidad, en la moda y en algunas galerías y museos».
La generación del graffiti empieza a exhibir su talento. San (www.eseaene.com) anda estos días en San Francisco, «con mi representante en Estados Unidos», donde expone su obra en la galería Fifty24SF. Desde allí traza una radiografía perfecta de esta época: «El arte contemporáneo busca nuevos discursos que mostrar, y el arte en la calle es uno de ellos. El graffiti es una etiqueta muy fácil de vender, porque tiene un trasfondo subversivo que a simple vista es atractivo e interesante para el público en general». La semana del graffiti en Sevilla, apadrinada por el Ayuntamiento es un ejemplo.