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La puerta que protege Londres

Londres se ha salvado esta vez de una posible inundación. La alerta por una gran subida del nivel del mar del Norte llevó a que el jueves por la noche las autoridades decidiesen poner en marcha la barrera de contención del Támesis, situada en la zona de Woolwich Reach, y considerada la segunda móvil mayor del mundo después de la de Oosterscheldekering en Holanda.

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La última vez que la capital británica quedó bajo las aguas fue en 1928 y murieron 14 personas. En 1953 las inundaciones en la costa este de Inglaterra y en el estuario del Támesis fueron devastadoras: hubo más de trescientos muertos.

«Si hubiese alcanzado Londres, el resultado habría sido inconmensurablemente horrible», aseguraba usando una terminología dramática la Agencia del Medio Ambiente del Gobierno británico en su página web. Y es que aquellas inundaciones impactaron de tal modo que se pensó que era hora de planificar una barrera de contención que, tras una década de obras, se inauguró en 1984.

La barrera consiste en una serie de diez compuertas de acero móviles colocadas a lo ancho del río a lo largo de medio kilómetro. Las cuatro principales miden unos veinte metros de altura, pesan unas 3.700 toneladas y cada una es capaz de soportar una carga de más de 9.000 toneladas. La obra costó entonces unos 903 millones de euros y desde 1996 está gestionada por la Agencia del Medio Ambiente, que depende del Gobierno.

Las estructuras de aire psicodélico han sido usadas en varias películas y series de televisión. Este año, el largometraje 'Flood', basado en una novela del escritor británico Richard Doyle, mostró un Big Ben y London Eye inundados, una imagen que aunque parezca ficción, no se descarta. El subsecretario de Medio Ambiente, Phil Woolas, dijo recientemente que desde que se inauguró la barrera la probabilidad de que Londres sufra una inundación se ha doblado.

El nivel de la marea en el estuario del Támesis sube alrededor de 60 centímetros por siglo y algunos expertos creen que la barrera actual en 2030 no será suficiente. Antes de 1990, se solía cerrar una media de una o dos veces al año. Desde entonces, unas cuatro al año, aunque en 2003, excepcionalmente, sus compuertas tuvieron que cerrarse catorce veces.