Argentina y Uruguay rompen el espíritu de unidad de la Cumbre Iberoamericana
La crisis de las papeleras estalla en pleno foro y enfrenta abiertamente a los dos países El presidente argentino pide disculpas al Rey, que mediaba para intentar resolver el conflicto
Actualizado:«Estuviste muy mal. Le diste una puñalada al pueblo argentino», le dijo enojado el presidente Néstor Kirchner a su colega de Uruguay, Tabaré Vázquez, que horas antes había autorizado la puesta en marcha de una polémica fábrica de pasta de celulosa del lado uruguayo de un río cuya soberanía comparte con Argentina. Fue uno de los momentos de mayor tensión en la XVII Cumbre Iberoamericana en Santiago de Chile, una cita que está prácticamente dominada por el conflicto que arrastran ambos países desde hace cuatro años. La gestión del Rey don Juan Carlos, que había intentado facilitar el diálogo, fracasó así de manera estrepitosa.
La reclamada hermandad entre los países de América Latina con España y Portugal se dio de bruces con la realidad. La larga crisis entre Buenos Aires y Montevideo escaló a un punto casi sin retorno y lo hizo en el escenario menos sospechado: la reunión cumbre que convoca a todos al diálogo y el acuerdo.
El conflicto comenzó hace cuatro años cuando la empresa finlandesa Botnia y la española ENCE acordaron con Uruguay instalar sendas plantas de pasta de celulosa sobre el río del mismo nombre, que separa a ambos países, sin el aval de Argentina que teme que el proceso resulte contaminante para el agua, el aire y el suelo. ENCE aceptó trasladar el proyecto para evitar el impacto conjunto. Pero Botnia, que insiste en que su producción no contaminará la zona, siguió adelante, y Argentina reclamó entonces ante el Tribunal Internacional de La Haya, que deberá resolver si la instalación violó o no el tratado bilateral en torno al río.
A pesar de que el tribunal aún no se ha pronunciado, Uruguay alentó a Botnia para que siguiera y se sabía que la puesta en marcha era inminente, pero nadie esperaba que ocurriese en plena cumbre y después de un discurso tan amistoso del presidente uruguayo.
Abrazo y desconfianza
Tras pedir a Argentina «que el río no nos separe», Vázquez se dirigió hasta donde estaba Kirchner y le abrazó delante de todos. Fue después del último intento del embajador español Juan Antonio Yáñez, enviado del Rey, y del ministro Miguel Ángel Moratinos, por acercar a las partes. Parecía un gesto que preanunciaba la paz.
Kirchner reaccionó con incomodidad, desconfiado con razón. No era la primera vez que su colega uruguayo se mostraba amistoso en público e intransigente en privado. Un rato después, Vázquez firmó la autorización para el arranque de la planta que, con un desembolso de 820 millones de euros, es la mayor inversión en la historia de ese pequeño país sudamericano. La fábrica producirá un millón de toneladas al año para exportar a Asia y a la Unión Europea desde un puerto propio en el río limítrofe.
Las reacciones de Argentina y España pasaron de la sorpresa a la indignación. Según portavoces de la delegación argentina, Don Juan Carlos no podía entender la actitud de Vázquez y pedía explicaciones que no encontraba. La intervención de Yáñez en su nombre quedó casi en ridículo. Ni siquiera se esperó al lunes. La chimenea de Botnia, que tanto irrita a los vecinos argentinos, comenzó a echar humo negro.
«La relación entre Argentina y Uruguay ha quedado muy dañada», anunció el jefe de Gabinete de Argentina, Alberto Fernández. El portavoz reveló que él estuvo en la reunión de los cancilleres de ambos países, a la que asistieron también Moratinos y Yáñez, y en la que se había acordado que lo más prudente era seguir dialogando. Por eso sorprendió tanto la noticia de la puesta en marcha.
«Que tras un discurso contemporizador, el presidente de Uruguay firme la puesta en marcha suena poco sincero, rayano con el cinismo», espetó. Fernández admitió que Uruguay tiene soberanía para decidir qué hacer en su país, pero dijo que en la cita de ministros se habló de que Botnia comenzaría a operar la semana próxima. «Esto no es digno de un país que se dice hermano», añadió.
Minutos después, el canciller argentino, Jorge Taiana, citó de urgencia al embajador uruguayo en Argentina para que se presente ante el Ministerio de Relaciones Exteriores donde se le entregó una queja formal. El Gobierno expresó allí «su más enérgica protesta» por la decisión «unilateral» uruguaya que contradice la exhortación a no agravar la controversia hecha por el Tribunal de La Haya. La carta remarcó además que Uruguay «frustró y desairó» la tarea del mediador español.
Kirchner, que no pensaba referirse al tema bilateral en su discurso, le respondió a Vázquez desde el estrado. El argentino, que termina su mandato el 10 de diciembre y será sucedido por su esposa, la senadora Cristina Fernández, tuvo palabras de agradecimiento para el Rey don Juan Carlos y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, al tiempo que les pidió disculpas por el desenlace.
«Difícil problema»
El mandatario argentino se detuvo especialmente en la figura del Rey por haber «tomado en sus manos un difícil problema, sin calcular si iba a ganar o a perder, ni cuales serían los costos». «Su Majestad, le quiero pedir disculpas porque fui uno de los que le pidió que medie en este problema», dijo.
Mientras tanto, Vázquez cambió el foco de la discusión y lo puso en la protesta de los vecinos de Gualeguaychú, la ciudad argentina que está frente a Botnia. Los vecinos mantienen cortado el acceso al puente internacional que comunica ambos países por tierra. El presidente equiparó ese bloqueo con el que Estados Unidos inflige a Cuba y acusó al Gobierno argentino de permitirlo. Más tarde, los mandatarios se cruzaron y cuando Vázquez quiso dar una explicación a Kirchner, este último lo interrumpió: «Estuviste muy mal. Nos diste una puñalada. No a mí, sino al pueblo argentino». Fue la última vez que hablaron. Quizás no haya otra oportunidad.