Vanidades cotidianas
La apertura de un nuevo gran supermercado es celebrada con la misma solemnidad con la que se conmemora descubrir un nuevo alimento, el hallazgo de una tribu perdida o la publicación de las fotos comprometidas de la última novia del conde Lecquio. Del mismo modo, la llegada de los Reyes a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla ha despertado una fiebre monárquica que se creía extinta desde que Alfonso XIII hizo el petate, cogió el Andalucía Express y se fue al exilio. Ceuta y Melilla serán españolas, lo que digan los vecinos no importa, el pueblo se reclama descendiente de Viriato, el Cid y Concha Piquer. Gibraltar, sin embargo, es vista como una desertora que no tiene derecho a hablar, como al vecino del bajo que se niega a pagar la derrama para poner el ascensor.
Actualizado: GuardarEl ombligo nos pesa demasiado, con independencia del número de pelusas que habiten en él. Lo que más preocupa de que hayan pillado a unos chicos con chaleco que separaban a niños de sus familias con engaños para venderlos en Francia (donde lo de la égalitè, libertè y fraternitè) es que los van a juzgar unos negritos que son muy malos. ¿Alguien se ha planteado mandar a los acusado por el 11-M a sus países, con sus desiertos remotos y sus montañas lejanas, para que sean juzgados allí? No paramos de ver al árbitro catalán en el estadio propio y nos olvidamos de los Baldasanos en los ajenos.
Mercaderías y vírgenes coronadas centran interés y actualidad. Seguramente en Roma, entre bacanal y matanza de cristianos, hablarían de los nuevos graneros y de la última grada del circo. Eso sí, no tenían condes Lecquios, se conformaban con las Cleopatras.