VUELTA DE HOJA

A mitad de camino

Más de cincuenta inmigrantes han muerto de hambre, de frío y de sed, que son tres buenos motivos, cuando iban rumbo a Canarias. Habían partido de Senegal y en el cayuco había overbooking. La embarcación se averió a mitad de camino, después de 16 días a la deriva. Las cosas que ocurren todos los días no son noticia. ¿Por qué hablar de ellas? El fondo del mar, además de estar lleno de llaves, está lleno de subsaharianos y hay algunos peces que, servidos a la plancha, vuelta y vuelta, tienen un regusto especial a náufrago metabolizado.

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Acostumbrarse al horror, ese es nuestro mayor problema, exceptuado el de la vivienda. La sensibilidad, que es algo que todo el mundo se atribuye, en una escala o en otra, y no sólo los aficionados a la ópera, exige ser protegida por sus dueños. Si se usa a todas horas se gasta y la compasión se queda en números rojos. Además, los filósofos más imparciales han llegado a convencernos de que lo que nos ocurre tiene una importancia menor que la manera como lo sentimos. Sólo algunos santos individuales, no de los canonizados a granel, han sido capaces de asumir el dolor del mundo. Así aparecen en los viejos grabados macilentos y tristísimos. Los que no nos ha llamado Dios por el arduo camino de la santidad, o bien su llamada no nos ha sido audible, buscamos siempre técnicas de consuelo y cerramos los ojos.

La verdad es que al mundo no hay por dónde mirarlo. Afganistán acaba de sufrir el peor atentado desde la caída de los talibanes, ya que muchos de ellos se han vuelto a poner de pie. La policía italiana acaba de desarticular una célula que reclutaba suicidas para Irak y el oro ha alcanzado su precio más alto en más de medio siglo. Malas noticias por todas partes. Esto se está poniendo muy desagradable. Ni siquiera a todo el mundo le gusta la Champions.