Juntos pero no revueltos
Cuando a través de la prensa me enteré que el PSA y el PA intentaban llegar a un acuerdo para comparecer juntos como Bloque Nacionalista Andaluz a las próximas convocatorias electorales, me alegró la noticia porque ante el bipartidismo predominante, el hecho de que existan fuerzas políticas que atempere este discurso a dos bandas siempre enriquece el panorama ideológico.
Actualizado:Lo que sucede es que el nacionalismo andaluz está más que escaldado ante tantos experimentos, encuentros y desencuentros, y la militancia diezmada y desilusionada.
No me equivoco si afirmo que estos experimentos han dejado muchas víctimas políticas por el camino, y que la ciudadanía ha asistido atónita a las trifulcas descomunales que los líderes históricos mantenían de forma pública e impúdica, muchos personalismos y mucha testosterona.
Andalucía se ha difuminado en el contexto del estado español, diluyéndose su identidad cultural y política; y gran parte de la responsabilidad la tienen los históricos dirigentes nacionalistas que nunca han puesto el interés de Andalucía por encima de los intereses sectarios de su clan. El reto está planteado: la construcción de un nacionalismo no excluyente, no radical, no separatista, un nacionalismo que ponga el acento en la identidad y no en la independencia, un nacionalismo que pase página de las cuentas personalistas pendientes y mire al futuro buscando el progreso y el bienestar de Andalucía. Un espacio político aún por conquistar y pendiente de definir. Veremos si PA y PSA son capaces de dejar a un lado viejas formas; o si re-editan más de lo mismo.
Mientras muchos nacionalistas han, hemos, buscado en otros referentes políticos un marco donde expresar nuestras ideas e inquietudes. Referentes más serios, amplios y estables y no sometido continuamente a los avatares que el líder «carismático» de turno quiera imponer; lugares de encuentro en la política en donde la crítica no sea interpretada como traición u hostilidad, sino como una forma de avanzar desde el debate en las ideas y la discrepancia en las opiniones. Donde cada crisis suponga fortaleza y no debilidad.