Sucesión en familia
Messina Denaro, que también vivía fugado con su padre, aspira a ser el capo de la Mafia, pero tiene competidores
Actualizado: GuardarComo si fuera una escena tremenda de la ópera Cavaleria Rusticana, Sandro Lo Piccolo, de 32 años, rompió a llorar gritando «¿Papá te amo!» cuando la Policía le ponía las esposas el pasado lunes. Su padre, Salvatore Lo Piccolo, de 65 años de edad, el capo de Cosa Nostra, permanecía impasible. El que puede considerarse su sucesor, el jefe más potente de la Mafia que queda libre, Matteo Messina Denaro, también era uña y carne con su padre, Francesco, un capo conocido como Don Ciccio (Chicho).
Huyeron juntos en 1993 y compartieron andanzas hasta el 1 de diciembre de 1998. Ese día Don Ciccio apareció tan misteriosamente como había desaparecido, sólo que muerto, por causas naturales. Su hijo lo dejó preparado para el funeral en un descampado de Mazara del Vallo. Tenía 78 años. Matteo creció a su sombra, empezó a disparar con 14 años y firmó su primer asesinato con 18 años de edad. Sigue huido, pero siempre le pone una esquela el día del aniversario en Il Giornale de Sicilia.
Así se perpetúa Cosa Nostra, de padres a hijos, con las madres y las mujeres velando en casa. Ahora toca el relevo y las familias miran a los nuevos mafiosos. La novedad histórica es que, caído Lo Piccolo, año y medio después de la captura de Bernardo Provenzano y con Totò Riina en la cárcel desde 1993, por primera vez en décadas Cosa Nostra no tiene una cúpula de mando.
El temido clan de los Corleone, el de Riina y Provenzano, gobernaba desde los ochenta y aunque han tenido aspirantes a sustituirles, ninguno ha descollado.
Lo Piccolo parecía haberlo conseguido, pero tras su arresto el escenario es muy incierto. Lo certificó ayer el fiscal nacional antimafia, Pietro Grasso: Provenzano dijo que en la comisión de Cosa Nostra habían quedado él, Nino Rotolo y Lo Piccolo». Rotolo y Lo Piccolo estaban al borde de la guerra cuando el primero fue arrestado en el mes de junio del año 2006.
Coches y mujeres
Por prestigio, influencia e historial el lugar del capo parece apuntar a Matteo Messina Denaro, un duro, un pistolero de los Corleone, que participó en la guerra al Estado de los noventa, con los atentados al patrimonio artístico en Roma, Milán y Florencia y la fallida masacre en el estadio Olímpico, un día de partido Lazio-Udinese. De Messina Denaro dice la leyenda que estranguló con una cuerda personalmente a cuatro hombres ante un tribunal de Cosa Nostra. Tiene medio centenar de muertos a sus espaldas.
Messina Denaro tiene un perfil distinto al de paleto y reservado de los Corleone. Es un chulo. De joven lucía Rolex Daytona, vestía Armani y conducía un Porsche. Dicen que quería blindarlo y equiparlo con metralletas, como un Batmóvil, pero inspirado en el personaje de cómic italiano Diabolik.
Del mismo modo, le gustan las maquinitas y los videojuegos. Tampoco sigue el estereotipo familiar del uomo d'onore, pues es ligón y mujeriego. Padece un ligero estrabismo y se operó en 1994 en la clínica Barraquer de Barcelona, sin falsear su nombre ni nada. También sufriría una insuficiencia renal crónica que le obliga a vivir con un equipo de diálisis. Sus últimas fotos son de los ochenta.
Sin gobierno
El problema de Messina Denaro es que es capo de Trapani, al oeste de la isla, pero no puede aspirar a controlar Palermo, la gran ciudad de Cosa Nostra, que ha quedado sin gobierno. La Repubblica dibujaba ayer el mapa inédito de un Palermo dividido en ocho zonas repartidas entre 27 familias. Hablaba de 5.700 mafiosos, entre jóvenes y viejos.
En este panorama será difícil que surja un jefe único. El diario apunta a tres nuevos valores que se están abriendo camino: Gianni Nicchi, de 26 años; Pietro Tagliavia, de 29; y Salvo Riina, de 30 años. Todos hijos de sus padres.