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Bush y Sarkozy charlan en su encuentro de agosto. / AP
MUNDO

Bush recurre a la alfombra roja para abrir una era de amistad con Sarkozy

La Casa Blanca desentierra a un héroe francés de la independencia para lavar la imagen de su nuevo aliado

MERCEDES GALLEGO
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Hubo un tiempo en el que en el Capitolio las patatas fritas dejaron de llamarse 'french fries' y fueron intempestivamente rebautizadas como 'freedom fries'. Era la época en la que los franceses protagonizaban todos los chistes de cobardes que contaban los marines y estaban en el centro de cada teoría conspiratoria. Todo eso es ya historia, por igual decreto presidencial. George W. Bush sacó ayer la alfombra para recibir a su nuevo amigo francés, con el que pretende inaugurar una nueva era de amistad entre EE UU y Francia.

«Obviamente Francia es un aliado muy fuerte», explicó la portavoz de la Casa Blanca, Dana Perino. Un aliado muy fuerte. Ese era el calificativo que recibía hasta hace poco el ex primer ministro británico Tony Blair, que Nicolas Sarzoky parece haber heredado, junto con la etiqueta de perrito faldero de Bush que esta semana salpicaba las caricaturas de la prensa estadounidense.

Es la primera visita oficial que hace el presidente galo a EE UU, aunque será la tercera vez que se reúna con Bush desde que ganó las elecciones hace seis meses. Sarkozy, al que en su país le llaman 'Sarko l'Americain', celebró su victoria electoral en una mansión prestada en las costas de New Hampshire, a una hora de la finca familiar de los Bush en Kennebunkport (Maine), por lo que fue invitado a compartir hamburguesas y perritos calientes, que en el lenguaje americano de la barbacoa es el máximo honor.

Hoy pasarán al otro extremo. La Casa Blanca se ha vestido de gala para una cena de Estado que Bush otorga a contados mandatarios, ya que prefiere acostarse a las 9. Pero al presidente americano también le gusta dejar claro quiénes son sus amigos, y Sarkozy está en esta categoría, aunque le haya gruñido en temas como el cambio climático.

Por eso es la oficina de la primera dama, quien por cierto mañana tendrá que visitar hospitales sola, la que se ocupaba de la velada. Bush no le esperaría en el Despacho Oval sino que planeaba salir a recibirle al pórtico norte de la Casa Blanca, y después de la cena compartirían una sesión de «entretenimiento» que ayer no se había desgranado. Siendo ambos abstemios, y dado que a las 9 de la noche no es hora de montar en bici, la otra pasión que comparten, las especulaciones apuntaban al cine o la música.

El marqués de Lafayette

Para enterrar las diferencias sobre la guerra de Irak ha habido que recurrir a los héroes de una guerra mucho más antigua, la de la independencia de Estados Unidos. De allí se ha rescatado al marqués de Lafayette, que al parecer defendió a los colonos heroicamente en su rebelión contra los británicos. Una figura simbólica que representa lo que EE UU quiere ver en Francia bajo el mandato de Sarkozy, un aliado fiel que le ha prometido su apoyo en su ofensiva contra Irán.

El mandatario francés va incluso más lejos que Bush al advertir de que con el país persa el mundo tiene que elegir entre «la bomba iraní» o «bombardear Irán», por eso no hay duda de que apoyará la tercera ronda de sanciones que Washington planea en la ONU. Afganistán, Pakistán y Líbano son los otros países en el menú político. Los mismos temas que tendrá que discutir con la canciller alemana Angela Merkel, a quien Bush planea conquistar a lo largo del fin de semana en su rancho de Crowford.