El líder de la oposición afgana, Mustafá Kazemi, disfruta de una charla en una imagen tomada semanas antes del brutal atentado. / REUTERS
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Afganistán revive sus días más negros

Uno de los atentados más sangrientos desde la caída talibán causa al menos 30 muertos, entre ellos el jefe de la oposición y numerosos niños El kamikaze se inmoló en una fábrica que visitaba una delegación oficial

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La provincia de Baghlan, situada en el norte afgano, pasó ayer a engrosar la trágica lista de escenarios donde la violencia interpreta su sinfonía de sangre y muerte. Y lo hizo con uno de los más graves atentados acaecidos en el país asiático desde la caída del régimen de los talibanes, en 2001. Aunque fuentes del Gobierno de Kabul fijaban en una treintena el número de víctimas mortales y en más de sesenta el de heridos, otras elevaban a cincuenta -la mayoría niños-, las vidas segadas, si bien las cifras eran todavía confusas al cierre de esta edición. Entre las personas que no lograron sobrevivir se encontraban el líder de la oposición y al menos otros cuatro parlamentarios.

Todo se oscureció en un instante en una región que hasta ahora no había sido un objetivo preferente de los ataques kamikazes, cuando un terrorista hizo detonar la carga explosiva que portaba en el interior de una fábrica de azúcar que era visitada en este momento por un grupo de diputados. Los representantes del Legislativo afgano se hallaban reunidos para analizar la situación de Baghlan cuando el infierno cayó sobre ellos de repente.

Lo que era tranquilidad se transformó en muerte, gemidos de auxilio y confusión. Pero a medida que se intentaba socorrer a los afectados se vislumbró algo más sobrecogedor: entre las personas que habían caído víctimas de la sinrazón se encontraban gran cantidad de niños, ancianos y mujeres. Y es que la onda explosiva alcanzó a los escolares de un colegio cercano y residentes del lugar que se habían reunido en la fábrica para agasajar a la delegación parlamentaria.

Cifras confusas

El portavoz del Ministerio del Interior, Zemarai Bashary, que cifró el número de muertos en treinta en un primer balance rápido, señaló que todo apuntaba a un ataque suicida. Sin embargo, testigos de la masacre elevaron el número de fallecidos hasta la cincuentena. Bashary también dijo que los diputados pertenecían a una comisión económica de la Cámara afgana.

Entre las víctimas mortales estaba el portavoz de la principal alianza opositora en el Parlamento, el Frente Nacional, Sayed Mustafá Kazemi, según confirmó el viceministro de Comercio, Zaiuddin Zai, que integraba a su vez la comitiva y sufrió diversas heridas. También perdieron la vida al menos otros cuatro diputados, que habían viajado a Baghlan en una visita oficial para visitar diversas instalaciones y sopesar las medidas a adoptar para dar impulso a la región.

Nada más enterarse de los sucedido en la región norteña, el presidente afgano, Hamed Karzai, condenó el «atroz acto terrorista» y expresó su «profundo dolor» por la muerte de «parlamentarios, mujeres y niños».

En un comunicado, Karzai indicó que, según informes policiales, los «enemigos de la paz y la seguridad en Afganistán» perpetraron el ataque, utilizando los términos con los que las autoridades se suelen referir a los talibanes. Sin embargo, un portavoz de los rebeldes, Yousif Ahmadi, que ha actuado como representante de la guerrilla integrista en varias ocasiones, condenó el atentado y aseguró que sus fuerzas no tuvieron nada que ver en la sangrienta acción.

Repulsa de la OTAN

También el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, mostró su repulsa por el ataque, del que dijo muestra «la auténtica naturaleza de nuestros oponentes en Afganistán». La sangrienta acción «no debilitará la determinación del pueblo afgano para reconstruir su país», afirmó el máximo responsable de la Alianza.

La OTAN dirige en Afganistán por cuenta de Naciones Unidas la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (Isaf), en la que participan 37 países, miembros y no de la Alianza, con un total de 41.100 efectivos. La organización atlántica intenta frenar el grave conflicto que vive el país, aunque hasta el momento con escaso éxito. Y es que se calcula que más de 5.300 personas han muerto desde enero a causa de la violencia, lo que ha convertido 2007 en el año que ha registrado más víctimas desde la caída talibán.