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ESPAÑA

Los Reyes cierran con un baño de multitudes en Melilla su visita a las ciudades autónomas

Don Juan Carlos agradece a la población su «lealtad y afecto a la Corona» El Gobierno subraya el carácter «interior» del viaje y pide a las autoridades de Marruecos respeto por las posiciones españolas

CÉSAR CALVAR
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El Rey Juan Carlos y la Reina Sofía cerraron ayer martes en Melilla su visita a las ciudades autónomas españolas del norte de África. Su gira por estas plazas, que Marruecos consideró «lamentable» y una «grave provocación», terminó con una impresionante demostración de españolidad de los melillenses, que no quisieron ser menos que los ceutíes a la hora de expresar su lealtad a los monarcas. Su reivindicación coincidió con el 32º aniversario de la 'Marcha Verde', fiesta nacional para los marroquíes en recuerdo de la ocupación del Sahara occidental.

Fue la primera visita del Rey a la ciudad autónoma en sus 32 años de reinado.

Don Juan Carlos había transmitido en privado a los sucesivos mandatarios de ambas ciudades su interés por realizar el viaje, pero ningún gobierno de UCD, PSOE y PP se había atrevido a organizarlo por temor a una crisis diplomática. Las autoridades de Marruecos, que reclaman la soberanía de ambas plazas, expresaron su enfado en términos muy duros y subrayaron que la fecha elegida «no es casual», extremo negado por las españolas.

Terminada la gira, el Gobierno expresó su satisfacción por el resultado de las visitas y recalcó su carácter «interior». El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, que el lunes mantuvo una reunión informal en el marco de la cumbre Euromediterránea de Lisboa con su homólogo marroquí, Taeib Fassi-Fihri, dijo que «hay que ser respetuosos con las posiciones divergentes respecto a Ceuta y Melilla» y rechazó hacer predicciones sobre posibles presiones futuras del país vecino. A pesar del enfado marroquí, fuentes diplomáticas apreciaron signos «positivos» como el escaso seguimiento que tuvieron las manifestaciones y las peticiones de parte de la prensa magrebí de normalizar la relación. Por ello, confiaron en que la visita «no pasará factura».

En su mensaje a los melillenses, retransmitido por una pantalla gigante instalada en el Palacio de la Asamblea, don Juan Carlos aludió al «compromiso» que tenía con la ciudad de Melilla y al «profundo de deseo» que sentía de visitar la ciudad. «No podía dejar más tiempo sin venir a Melilla para expresaros nuestro apoyo y afecto, al igual que lo hemos querido hacer en tantas otras ciudades y lugares de España», explicó en un discurso casi calcado del que pronunció el día anterior en Ceuta.

Honores militares

El Rey obvió las singularidades geográficas, y se dirigió a los melillenses como habría hecho en cualquier otra ciudad del país. Al grito de «¿esto es España!» y «¿vivan los Reyes!», veinte mil melillenses tomaron las calles con banderas españolas. Los colores rojo y gualda de la enseña tiñeron además las fachadas de los edificios y los laterales de las calles por donde discurrió la comitiva. A su llegada a la Plaza de España, centro neurálgico de las celebraciones, las unidades del Ejército presentes en la ciudad, Legión y Regulares, rindieron honores al monarca e hicieron retumbar 21 cañonazos, que llevaron con su sonido la alegría de la jornada hasta más allá de la valla fronteriza.

Recibió al Rey el presidente de Melilla, Juan José Imbroda, quien tras el protocolario saludo le entregó el bastón de mando de la ciudad. A continuación don Juan Carlos y la Reina entraron en el Palacio de la Asamblea, donde firmaron en el libro de honor y se asomaron tres veces al balcón para alegría de los congregados, que aplaudieron a rabiar. Como en Ceuta, el Monarca se llevó la mano al corazón en señal de agradecimiento. Entre la multitud que le dio la bienvenida había miembros de los cinco grupos étnicos que conviven en la ciudad: cristianos, musulmanes, judíos sefarditas, hindúes y gitanos. Todos, por encima de sus diferencias, exaltaron por igual su españolidad y alegría.