Segunda hierba
Viento blando riza, cabecea arriba, agita su fantasía que en el fondo palpita. Tarde luctuosa y desabrida. Anochece. Se confunde la luz con el humo del cigarrillo del que esquiva la mirada que azuza la tristeza. Se han ido los calores agobiantes en tardes de sesteante Levante. Se han ido las noches asfixiantes de Levante en calma. Ahora ya de noche se descansa. Se han ido ya las luces de la farola en vela y, si no, sólo a través de estor, del visillo del balcón de la alcoba, y en sus filos plateados no pululan los dípteros de alas membranosas y aparato bucal lacerante que succiona los sudores del descanso.
Actualizado:Nidos a la basura. El exilio de las aves ya ha comenzado. Emigran. Se van. Lo hacen en bandadas migratorias, ordenadas, con un guía delante. Se van en busca de otro Bécquer las que chillan en la atardecida, abandonando sus acrobacias. Sí, se va el cernícalo, abandonando las narices de las chimeneas. La bolsa no va en el pico. Se van muchos picos con alas blanquinegras rumbo a África. Aquí, desnudas las chimeneas, torres y espadañas. En el campo, en calles, en plazas, desnudos los brazos, mucha claridad en la copa. Sus pies se revisten de refajo. El suelo, alfombrado de hojas amarillas, marchitas, muertas. La tierra, bien peinada, surcada, para el pudridero, preparada, verdea con las lluvias primeras, la segunda hierba.
Las doncellas otras modas pasean con piel abrigada, más enlutadas. Se desempolvan los juegos de azar, brillo a tableros, a naipes, a dados. Las camillas arropadas ocultan sus patas. Las enaguas oscuras se entretienen entre dedos con dedal y hebra entre bellotas y castañas asadas. En librerías, demanda de D. Juan Tenorio de Zorrilla. Los mayores con sombreo, con gorra, de la plaza a la fragua o tertulia en la barbería, sin pelo, con barba ocupada.
En la época clásica el otoño era la cuarta estación del año, -la quinta, el invierno- y última estación de recolección, la de los últimos frutos, la fiesta a Dionisos, el descubridor y protector de la vid y del vino. Otoño, la estación del cuerno de la abundancia, su símbolo. Otoño, maduro, copioso, época de reflexión, de sosiego, la estación de los frutos secos, la conmemoración y recuerdo anual a los muertos. Otoño, principio de aquelarre vano de imágenes. Otoño, la sala, la tele, el brasero a los pies. El abuelo en el sillón de enea, al lado de la chimenea, calienta sus recuerdos, sus vivencias de verano, de primavera, en su tercera hierba.
Otoño, nuestra tercera estación, la de la madurez, la tercera de nuestro periplo en la vida; período de la vida humana en que esta etapa declina de la plenitud hacia la vejez. Otoño, Estación del año que comienza en el equinoccio del mismo nombre y termina en el solsticio de invierno. Otoño, la madurez del nacido de mujer. Otoño, en el hombre, en la mujer, la sensatez. Otoño, la segunda primavera, pero con secuelas, de nuestra vida, la segunda hierba.
Alonso Ramos Esparedo. Jerez