Desgobierno belga
Los desencuentros entre flamencos y francófonos han conducido esta vez al Estado belga a una crisis de cuya gravedad da prueba que se haya superado el período más dilatado sin posibilidad de formar Gobierno, que hasta ayer era de 148 días. El soberanismo del Norte flamenco y las diferencias económicas entre las dos mitades del país han propiciado siempre una fuerte inestabilidad, que se ha visto contrarrestada por tres factores que han venido actuando como garantes de la frágil unidad interna: la Corona, la sede en Bruselas del corazón de la UE y el Gobierno belga constituido por flamencos y valones, capaz de llegar a concertaciones muy complejas. La falla de este último elemento, básico para la cohesión nacional, constituye así tanto la máxima expresión de la crisis como la evidencia de lo difícil, si no imposible, que puede resultar resolverla.
Actualizado: GuardarEl principio de acuerdo sobre el programa del nuevo Ejecutivo logrado por el líder democristiano flamenco Yves Leterme se ha visto obstaculizado por la inflexibilidad de su propio partido sobre la futura estructura del Estado. Los francófonos se oponen a reforzar la descentralización del país, temerosos de que se deteriore aún más la solidaridad intraterritorial tras cinco reformas constitucionales desde 1970. El llamado 'dossier institucional' se ha complicado además por el intento de las fuerzas flamencas de dividir el importante distrito electoral de Bruselas, el único abierto a candidaturas de ambas tendencias. Es posible que el conflicto desemboque en nuevas elecciones o en la designación provisional de otro primer ministro. Pero el bloqueo es de tal calado que debería llevar a los partidos concernidos a considerar si sus constantes divergencias no deberían librarse ya en un terreno que no ponga en peligro la propia continuidad institucional del Estado belga.