Cae el gran capo de Cosa Nostra
Italia detiene a Salvatore Lo Piccolo, el sucesor de Provenzano que había reorganizado a las familias Arrestado con su hijo, era buscado desde 1983
Actualizado:La policía italiana ha vuelto a descabezar Cosa Nostra, la mafia siciliana, un año y medio después del histórico arresto del capo Bernardo Provenzano, en abril de 2006. Su sucesor, Salvatore Lo Piccolo, de 65 años, amo de la provincia y la ciudad de Palermo, el feudo más importante de esta isla hermosa y desgarrada, fue detenido ayer cerca de la capital, en una redada de más de 40 policías. Con él estaba su hijo Sandro, de 32 años y huido desde hace nueve a la sombra de su padre, lugarteniente y orgullosa encarnación del gánster moderno, aficionado a los trajes caros.
A Salvatore Lo Piccolo le buscaban desde 1983, pero las pesquisas se han intensificado en el último año, pues en el vacío de poder creado en Sicilia todo apuntaba que se estaba haciendo con las riendas. Había escapado tres veces de milagro de la policía. «Entraban por una puerta y él salía por otra, como lo oyes», comentó un sicario en una escucha telefónica. Ahora le han pillado justo cuando acababa de calmar a las familias y ya forjaba su liderazgo, tras un turbio año de transición en Sicilia.
Como en el caso de Provenzano, los agentes que le detuvieron no sabían ni la cara que tenía. Al verlo se dieron cuenta de que estaba mucho más viejo que en el último retrato robot. Más canoso, pero igual de mal encarado. Su llegada a la comisaría central de Palermo, llena de gente y periodistas esperando a ver su rostro y, sobre todo, verle con las esposas puestas, derrotado, estuvo rodeada de la misma excitación y euforia que se vivió con Provenzano. La gente aplaudió a rabiar. Se trata de un enorme golpe a la Mafia, cuando estaba en plena reorganización y no se había recuperado del anterior.
Guerras de clanes
'Il Barone', como llamaban a Lo Piccolo, empezó de simple matón y chófer del 'padrino' del barrio palermitano de San Lorenzo, Rosario Riccobono. Pero llegaron las sangrientas guerras de clanes de los 80, donde los Corleone de Riina y Provenzano, acabaron con todos los demás, y don Riccobono un día desapareció. Es la 'lupara bianca', en referencia a la 'lupara', la tradicional escopeta siciliana, pero que consiste en matar a alguien y volatilizarlo, generalmente disolviéndolo en ácido. Lo Piccolo, en cambio, supo cambiar de bando y se puso al servicio de los Corleone, ajustando cuentas y solucionando problemas. A sus órdenes se consolidó como capo del barrio Zen de las afueras de Palermo, extenso, populoso y deprimente.
Desde aquí fue extendiendo su influencia y controlaba la construcción y la extorsión a comerciantes. En los 90, estableció lazos con las familias de EE. UU., se adueñó del tráfico de drogas y ya dominaba la provincia: se pagaba un sueldo de 40.000 euros, daba 25.000 a su hijo y 11.000 a su mujer, según la contabilidad descubierta este verano. Su territorio llegaba hacia el oeste hasta poco más allá del aeropuerto de Palermo. A partir de ahí empezaba el feudo de Matteo Messina Denaro, capo de Trapani y que ahora será su sucesor.
Las fuerzas de Seguridad vigilaban desde hace dos meses el lugar donde fue detenido, un chalé situado en Gardinello, a unos kilómetros de Palermo, en las mismas montañas por donde se movía en su día el bandido Salvatore Giuliano. Un soplo, al parecer de un arrepentido, se lo había indicado como el lugar donde Lo Piccolo celebraba sus asambleas periódicas con hombres de confianza para dar órdenes y debatir decisiones. Ayer entraron cuatro personas en la casa y llegó el momento de actuar. Lo Piccolo estaba en plena reunión con su hijo Sandro y dos potentes capos locales de barrios palermitanos, Gaspare Pulizzi y Andrea Adamo. Los cuatro están entre los 30 delincuentes más buscados de Italia.
Se cumplía, por tanto, una regla de manual mafiosa: un jefe siempre se oculta en su territorio, donde cuenta con la red de apoyos y silencios necesaria para ocultarse. Provenzano vivía en una cabaña, pero Lo Piccolo estaba en una villa amueblada con garaje. Hubo algunos tiros al aire de los agentes, pero los cuatro se rindieron. El capo intentó tirar por el retrete algunos 'pizzini', los papelitos con frases en clave que pasan de mano en mano y sirven para enviar comunicaciones. También había agendas y cuadernos, un material precioso que abrirá nuevas vías de investigación. Por último, una bolsa con ocho pistolas, una de ellas de la policía.