Melancolía artística
JEREZ Actualizado: GuardarDíganme ustedes si no echan de menos eso de sentir cómo los vellos se ponen de punta al sentir la fría brisa del arte. Cómo allá, en los arcanos del profundo ser, se oyen esos ecos de compases faraónicos que te arrastran y te derriten. Y no es que no exista esa sensación, pues siempre existirá y en cualquier recóndito rincón lo podremos encontrar; más bien es que ya no vemos esa dimensión de magnificación del arte por el arte, sin fisuras, sin despojos de falsería barata, pues eso que llaman arte de galería sólo engaña a los bobos. Díganme ustedes si ir a los toros no es ya casi una labor de entretenimiento prosaico carente de sensaciones espirituales… Cuánto recuerdo y me estremezco al soñar con el paseíllo de Paula, cuánto ha perdido ese sábado de feria sin su nombre en el cuartel. ¡Cuánto aticismo en su poesía torera! Díganme cuánto echa de menos el aire al no sentir ese resquebrajamiento ensordecedor del eco de La Paquera, y cuántos golpes de pecho he dejado de darme en su ausencia. Cuántas mariposas han dejado de volar al no alzarse los brazos de Lola en los tablaos desangelados… Y de todo ello, inolvidable y portentoso, sólo podemos ya disfrutar soñando o recordando, ya sea tomando una copa de Jerez en los barrios de Santiago y San Miguel, ya sea paseando por la playa en una tarde de invierno, o escuchando flamenco o música clásica a solas.
El arte lo podemos aún recordar en esas dinastías de sabor errante, esas que debemos cuidar y escuchar. Hoy no podía escribir de otra cosa que de la melancolía, pues el arte por efímero y oscuro es siempre en su luz y sombra… melancolía, un devenir de melancólicos paseos.