Calma en el Kurdistán
La liberación de los ocho soldados turcos en manos del Partido de los Trabajadores del Kurdistán era una decisión obligada para este violento movimiento separatista que -conviene no olvidar- previamente había incrementado sustancialmente su actividad insurgente contra el Gobierno turco y está incluido en la lista de organizaciones terroristas de los Estados Unidos y de la Unión Europea. El gesto es atribuible sin duda a las presiones combinadas de la Administración del presidente noteamericano, George Bush, y del vecino Gobierno iraquí, especialmente en lo que refiere a la actitud de la autoridad kurdo-iraquí que, consciente de que una contundente respuesta militar turca en su región daría al traste con sus elevadas cuotas de autonomía, se ha distanciado prudentemente de sus correligionarios.
Actualizado: GuardarPor pura supervivencia política, las autoridades de Erbil saben que están obligadas a desautorizar a sus camaradas kurdos de Turquía y es por ello que el primer ministro de la Autonomía kurda en Irak, Massud Barzani, se ha mostrado categórico al declarar que la actitud del PKK era inaceptable. Pero si la postura de americanos e iraquíes está siendo importante en la desactivación de la opción militar en el Kurdistán, igualmente decisiva ha sido la visible autocontención mostrada por el Ejército turco. El primer ministro Tayyip Erdogan ya había sugerido que no atacaría los santuarios de los terroristas en Irak antes de su entrevista con el presidente Bush -este mismo lunes, en Washington- y, sabiamente, se ha limitado a repeler sus acciones en suelo turco y a abonar su causa en el puro registro diplomático. Washington se ve así aliviado con la evolución de los acontecimientos, que pierden el crudo tono militar de las últimas semanas y alejan a la Casa Blanca de la incómoda posición de tener que elegir entre dos amigos y socios indispensables en el avispero regional. Y Ankara, con destreza táctica y trabajando a medio plazo, apuntala su postura de cara a la comunidad internacional con considerables dosis de autoridad política y jurídica. Un gesto que seguro le rendirá mejores réditos que los de la exaltación del imprevisible sentimiento nacionalista que se vivió en Turquía los primeros días después de la ofensiva kurda.