Una estampa muy jerezana
JEREZ Actualizado: GuardarCarmen Romero Algeciras sabe lo que es amanecer cada día de camino del centro de Jerez. Es un rito que repite desde hace ya tantos años que es difícil recordarlos. Cuando apenas son las seis de la mañana, ya está con su moño recogido buscándose la vida en la puerta de la Plaza, montando su puesto de verduras. La cebolla, los ajos blancos, limones que saltan a la vista de brillantes, cebolletas, yerbabuena y perejil. «Ahora es el tiempo de la tagarnina, y es lo que más se lleva el cliente. Cuando llega el tiempo de los caracoles o las cabrillas, pues también las traemos y así vamos», comenta Carmen con su delantal y sus manos un tanto desquebrajadas por la acción de la limpieza de la famosa y punzante planta comestible.
Carmen es ya como un símbolo, lleva toda la vida en la puerta del mercado que da frente a lo que siempre ha sido para los jerezanos «Simago». Dice que «desde su atalaya, ha visto pasar a muchos niños que ahora son hombres». Mientras, ella sigue pregonando que tiene el mejor perejil del mundo o los limones más graciosos de la ciudad. «Gracias al puestecito, he criado a mis seis hijos, que se dice pronto. Así que fíjate si estoy agradecida a mi puesto de venta diaria», subraya orgullosa tras su delantal.
Ahora la cosa está más tranquila. Los policías locales ya no molestan ni persiguen a las vendedoras de verduras de la puerta de la Plaza de Abastos porque ya forman parte del ornamento del sitio.
Ya no se concibe la Plaza, que pronto estará en obras, sin estas mujeres del pueblo que han sabido sacar a sus familias adelante gracias a su arte en la venta de limones frescos. El olor a yerbabuena cada vez es más intenso, y más allá también huele a retama de tomillo de un puesto contiguo que todavía tiene caracoles.
Carmen Romero, que dice que no es la señora de Felipe González mientras sonríe, lleva media vida tras el mostrador de cajas. Y una anécdota: «Paso tantas horas aquí que una vez me puse de parto aquí. Recuerdo que mi preocupación era la mercancía que me dejaba atrás», concluye.