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De Arabia al Royal Albert Hall
Actualizado: GuardarDavid Morales, bailaor de La Línea de la Concepción, comenzó su carrera artística con tan sólo cuatro años bailando sevillanas. A los seis, se pasó al flamenco y empezó su periplo por los festivales regionales junto a los más grandes: Chiquetete, Camarón... «Recuerdo con cariño cuando venían a mi camerino. Allí bebían, fumaban... pero siempre me decían: esto no lo vayas a hacer tú», rememora con cariño Morales. A sus 36 años, puede sentirse orgulloso de haber llenado grandes auditorios internacionales como el Royal Albert Hall o el Barbican Theater. Además, este gaditano fue el primer bailaor en viajar a Arabia Saudí. «Tenía doce años y fue una gran experiencia. Allí es donde vi por primera vez una moto de agua, por ejemplo. Actué en la embajada y en muchas casas de jeques millonarios», explica el bailaor, «para mí era como el país de las maravillas». En 1998, presentó su primer montaje en solitario Sensación, con el que obtuvo el aplauso de la crítica. Morales es uno de los jóvenes flamencos que se han atrevido a fusionar lo jondo con sonidos más contemporáneos. Hace un par de años deslumbró en el Festival de Jimena con Abraçado, un homenaje al compositor Jobim en el que mezclaba la música brasileña con farrucas, tangos y bulerías. «Soy muy tradicional bailando pero creo que hay que abrir el flamenco a nuevos caminos», sentencia este experimentado músico. Ahora, prepara su particular homenaje a los bailes abandonados, «los bailes de ida y vuelta» de la mano de un nuevo espectáculo que llevará al Gran Teatro Falla el 4 de diciembre. En él colaboran buenos amigos como Sergio Monroy o Javier Ruibal. «Utilizamos el personaje del Indiano, que se va tieso a América y vuelve rico, para unir el puerto de Cádiz con tierras americanas y comparar bailes tradicionales como, por ejemplo, la guahira flamenca con la uruguaya», apostilla Morales. En cuanto a las dificultades que encuentran hoy en día los jóvenes artistas que se abren a la profesión, el bailaor sostiene que «nunca hay que olvidarse de las peñas ya que, por ellas, siempre hay que pasar». MORALES