Caín
La reciente polémica sobre la pena de muerte en EE UU y la imagen de dos hombres ahorcados en Alepo (Siria) me lleva a darles la lata esta mañana de otoño con algo con lo que ustedes muy probablemente estén de acuerdo: la necesidad de acabar con la pena de muerte en el mundo. Es cierto que si lo comparamos con las muertes que causan el hambre, el sida, la guerra y el terrorismo, las drogas, la inmigración irregular o el tráfico, los 1.591 muertos por ajusticiamiento de 2006, en aplicación de la pena de muerte, podrán parecer insignificantes. Pero, más allá del inmenso valor de cada una de las vidas perdidas, es el tremendo contenido simbólico de su existencia en algunos países lo que le confiere su verdadera importancia.
Actualizado:La organización que más ha luchado contra esta lacra es Amnistía Internacional. Según sus informes, más de 40 países la han abolido en lo últimos 17 años y son ya 133 los abolicionistas legales o prácticos. Pero quedan otros 64 que siguen matando legalmente, entre los que destacan, China, Irán, Irak, Pakistán, EE UU, Sudán o Kuwait.
Aunque a algunos les disguste, la especie humana procede de un continuo evolutivo de otras especies, no sólo biológico como Darwin demostró, sino también de un continuo social. Algunos antropólogos se preguntan cómo una especie tan poco dotada como la nuestra pudo sobrevivir en un medio tan competitivo y hostil. Y la respuesta para muchos es el desarrollo de una organización social para la caza y la defensa del territorio, que se especializó en una cultura de la violencia y la guerra. Dice Robert Ardrey «El hombre es hombre y no un chimpancé, porque durante millones y millones de años de evolución ha matado para vivir» (La hipótesis del cazador, basada en los restos de la cueva de Makapan, en Sudáfrica).
Conseguir pasar de Caín y Abel a un Estado de Derecho que garantizase la legalidad penal fue un largo recorrido que supuso para nuestra especie ascender un peldaño más en el proceso civilizatorio. Desde el siglo XX la humanidad trata de subir un nuevo escalón: derogar la potestad de los Estados para asesinar algún miembro de la sociedad en nombre de la ley y el bien común.
La pena de muerte no sólo es contraria a la lógica de la vida humana y al derecho a la misma: es sobre todo, cruel e inútil. Los estudios empíricos demuestran hasta la saciedad que no hay relación estadística entre su existencia y el número o el tipo de delitos (Informe de la ONU 2002). No sirve para nada que no consiga la cadena perpetua, si acaso para consolar con el amargo sabor a sangre de la venganza.
En España está abolida desde la Constitución del 78 y en cualquier circunstancia desde el 95. Los españoles han ido entendiendo y asumiendo este precepto moral poco a poco como recogen las encuestas (18% a favor; 72,2% en contra, CIS 2004), a pesar de que su mayor justificación, el terrorismo etarra, no ha desaparecido.
La ONU pretende aprobar una resolución en Pleno pidiendo su abolición en el mundo. Algunos países harán lo posible por impedirlo. ¿Qué se puede hacer para apoyarlo? Si escriben a cadiz@es.amnesty.org les darán algunas ideas para colaborar a que este cálido otoño entre en la historia de la abolición de la pena de muerte.