PROHIBIDO EL PASO. Soldados vigilan los accesos a la sede del Tribunal Supremo, protegidos tras una alambrada de espino. / AFP
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Musharraf amordaza Pakistán

Decreta el estado de excepción y destituye al líder del Supremo que investigaba su reelección El presidente argumenta la medida al afirmar que el país vive una coyuntura «peligrosa»

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Golpe de Estado y estado de emergencia son dos términos afines a la historia política de los sesenta años de Pakistán. El presidente y general Pervez Musharraf movió ayer ficha en el complicado tablero del país asiático y como un último gesto de fuerza para mantenerse en el poder suspendió la Constitución y reformó al completo el Tribunal Supremo nombrando a un nuevo magistrado jefe en lugar de su opositor, Iftikhar Chaudhry.

Musharraf esgrimió motivos de seguridad nacional para adoptar esta medida. El omnipresente terrorismo y «la interferencia de ciertos miembros del Poder Judicial», en clara referencia al alto tribunal, le empujaron a tomar una decisión que explicó, primero, a través de un comunicado difundido por la cadena nacional de televisión y, después, con un discurso a la nación.

Entre ambos mensajes, el país vivió momentos de zozobra. Se suspendieron las emisiones de televisión y radio durante dos horas y también se cortó el servicio telefónico. Las tropas tomaron posiciones en las principales ciudades del país, que revivieron las escenas típicas de la convulsa historia política paquistaní.

El general se dirigió a la nación vestido de civil, de la misma manera que hizo al ganar las elecciones el pasado septiembre, y se limitó a argumentar la medida señalando que «sería un suicidio para el país no hacerlo». «Pasa por una coyuntura peligrosa», añadió. No habló del futuro, aunque dejó entrever que las libertades democráticas se reinstaurarán si los comicios legislativos de enero se celebran sin contratiempos. «No nos ha quedado más remedio que adoptar una decisión tan dolorosa», sentenció el dignatario.

Los jueces del Supremo estaban desde hace dos semanas en pleno proceso de debate para decidir si finalmente aprobaban la candidatura de Musharraf y daban el visto bueno a la elección de un militar como presidente del país. Chaudhry, el polémico magistrado jefe al que el general destituyó de su cargo en mayo y meses después se vio obligado a devolver su puesto, tenía el futuro político del general en sus manos y esto suponía un gran riesgo para el mandatario, ya que todas las decisiones del Supremo en los últimos meses han sido hostiles al Gobierno.

Apenas quedaban diez días para saber la decisión de Chaudhry y su equipo, pero ahora todos están encarcelados y han sido sustituidos por nuevos jueces que en los próximos días jurarán sus cargos ante Musharraf, que ahora aspira a seguir con su plan y ser declarado presidente de forma oficial por este nuevo Tribunal Supremo.

«Bajo custodia»

En este último se habían reunido el presidente del alto tribunal y otros ocho magistrados, que, según algunas fuentes, ya habían declarado inconstitucional el nuevo orden proclamado por Musharraf antes de ser puestos «bajo custodia» por las fuerzas gubernamentales. Varios agentes de seguridad se llevaron a Chaudhry y a los otros jueces a un lugar que no ha sido revelado. Musharraf nombró, casi de inmediato, a Hameed Dogar nuevo presidente del Supremo en sustitución de Chaudhry.

La imposición del estado de excepción supone, entre otras cosas, que los magistrados del país deben prestar de nuevo juramento ante el presidente antes de poder ejercer sus funciones. Esto significa, en la práctica, el bloqueo del caso abierto contra el primer mandatario del país en el Supremo.

En medio de esta situación, la ex primera ministra y líder opositora, Benazir Bhutto, regresó al país desde Dubai, donde había viajado hace unos días. El objetivo de la ex jefa de Gobierno, que permaneció un tiempo a bordo del aparato a la espera de más noticias sobre la nueva medida de Musharraf antes de desembarcar, es, según los analistas políticos, desafiar abiertamente el estado de excepción, que deja en el limbo el acuerdo alcanzado entre la ex jefa de Gobierno y el general a principios de octubre.

«A menos que Musharraf de marcha atrás será muy difícil que se celebren elecciones imparciales», afirmó Bhutto en declaraciones a la televisión Sky News por vía telefónica.

Tras su llegada a Karachi, la ex primera ministra rechazó que la declaración del estado de emergencia fuera necesaria y los argumentos dados por Musharraf. «Estoy de acuerdo con que afrontamos una crisis política, pero creo que el problema es la dictadura, no creo que la solución sea la dictadura», aseguró. «Los extremistas necesitan una dictadura y una dictadura necesita a extremistas», argumentó.

Pakistán despierta a su realidad. Musharraf quiere transmitir calma, pero en el horizonte sólo se ven interrogantes. Este golpe de fuerza deja en entredicho la estrategia de la Casa Blanca y la ansiada transición democrática para esta potencia nuclear del sur de Asia.