Los Pájaros de María Luisa
Retando al voraz apetito de las gaviotas, una vecina de Puntales da de comer diariamente a estas aves en el paseo de la Avenida de la Bahía
Actualizado: GuardarA buen seguro, María Luisa Chaw no habrá visto la película Los Pájaros, del maestro del suspense Alfred Hitchcock -las aves impulsadas por una extraña fuerza de la naturaleza muestran su lado más oscuro al atacar, con gran agresividad, a los protagonistas con sus enormes picos-, porque de otra manera no se atrevería a tal empresa: dar de comer diariamente a decenas de gaviotas en pleno paseo de la Avenida de la Bahía en Puntales. Un espectáculo digno de ver que paraliza el tráfico y a los deportistas y paseantes que transitan la zona. «Les doy de comer desde hace 37 años, desde que me vine de Medina Sidonia a vivir aquí», comenta al tiempo que se aproxima al lugar silbando para llamar a las aves marinas. La alegría se refleja en su ajada cara cuando, en cuestión de segundos, el cielo azul se llena de gaviotas que parecen suspenderse en el aire a la espera del menú del día. Es entonces cuando esta mujer, de 68 años de edad, echa mano de su carro de compra para abrirlo y sacar los pellejos y cabezas de pollo que le proporcionan en la recova. «Hay que cuidar a los animales. Mi trato con ellas es muy especial, una relación afectiva, pues con sólo verme se acercan. Es una costumbre que tengo desde que enviudé», afirma.
Un hábito que conlleva riesgo
El graznido de las gaviotas es ensordecedor y los trozos de pollo apenas aterrizan en el suelo son engullidos como si de palomitas de maíz se tratasen. Es un ir y venir constante en donde las grandes aves, cuyas sombras son proyectadas en el suelo, muestran sus amenazantes picos mientras esta anciana permanece indefensa en el centro del cuadro portando una bolsa de plástico. La imagen resulta insólita y espeluznante y la firmaría el propio director inglés de estar vivo, especialmente por la inocencia de la protagonista: «No hacen nada, incluso cuando estoy comen de mi propia mano», dice con el pelo revuelto por el fuerte viento y mostrando su desdentada dentadura.
La euforia de María Luisa se diluye como un azucarillo cuando las gaviotas se dispersan. «Mañana más», dice. Esperemos que con la misma suerte.
jmvillasante@lavozdigital.es