Tribuna

El zoco electoral

En el recorrido que realiza por su ciudad natal, Estambul, el reciente premio Nóbel de Literatura Orhan Pamuk, se refiere a la «tristesse» como el sentimiento que a un occidental le provoca esa ciudad enorme, donde la amargura y la melancolía adquieren sus más relevante significados. Éste recala en todos sus recónditos lugares, menos en el «zoco». Los que hayan podido viajar a países islámicos comprenderán como en ese lugar, donde se mezclan razas, culturas, colores y olores, éstos desde los más embriagadores a los más nauseabundos, se nos abre un mundo diferente. Allí el tiempo y el espacio adquieren otra dimensión. Nada es lo que parece y todo será circunstancial. No existe nada que no esté en venta, y el arte del regateo deja boquiabierto incluso a los más asiduos. La premisa para adentrarse en él es no confundir «valor» con «precio». El primero es individual y subjetivo, el segundo viene impuesto por las leyes del mercado.

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Cada cuatro años, y con una puntualidad meridiana, salvo «políticas excepciones», la ciudadanía de este país es convocada a elecciones generales. Allí decidimos, o por lo menos eso creemos, nuestro futuro inmediato.

Desde los inicios de la democracia los partidos políticos nos tienen acostumbrados a ofrecernos, durante la campaña electoral, una serie de promesas que pueden ilusionar a la ciudadanía, pero que pasados los comicios, son matizadas y al final se quedan en eso, en promesas.

En esta precampaña electoral en la que nos encontramos, en un alarde de imaginación los partidos contendientes cuantifican y ponen precio a sus promesas. Asistimos con incredulidad a un autentico regateo. ¿Tanto vale nuestro voto?. Donde uno pujaba por 100 el otro nos ofrece 150. ¿Quién nos ofrece la felicidad suprema?. Me dejo convencer.

Fue el famoso «cheque bebe» el que desencadenó este regateo electoral, más propio del mejor de los zocos. Le siguieron las ayudas al alquiler y a la compra de viviendas para la población más joven. Las promesas del Sr. Presidente de la Junta de Andalucía garantizan, prácticamente a toda la población andaluza, el acceso a una vivienda digna. Se nos asegura un porcentaje máximo de nuestra renta familiar para hacer frente a los alquileres o a las hipotecas, esas impasibles e imperturbables que de manera reiterada nos amargan los inicios de mes . Como si desde aquí pudiéramos contener al desbocado euribor, a los reducidos salarios, a la interesada banca y a los desaprensivos especuladores, siempre ganadores.

Aún no tenemos cuantificada la tan manida deuda histórica, y nos comprometemos a decir que estas medidas no supondrán un tremendo desajuste presupuestario.

La última de las promesas se centra en mejorar nuestro Sistema Educativo. Según el último estudio realizado por la Unión Europea, nuestro sistema fracasa en casi todas las áreas (calidad de la enseñanza, fracaso escolar, abandono escolar, inversiones educativas).

Lo que se ofrece no es un aumento de las inversiones y una mejora sustancial de la calidad de la enseñanza pública, sino que ofreciendo dinero, 6000 euros, pretendemos reducir el abandono escolar.

Si este abandono se produjera por falta de recursos económicos del alumnado para poder continuar sus estudios el Sistema Educativo debería dar una respuesta inmediata y contundente para garantizar la igualdad de oportunidades. Pero la realidad es bien distinta, uno de cada cuatro alumnos de la Enseñanza Secundaria Obligatoria abandonan los estudios por fracaso escolar. En un sistema educativo publico y casi gratuito la mejor manera de mantener al alumnado no es ofreciendo una dádiva. El efecto de tal medida podría tener consecuencias lamentables (alumnado sin motivación, perpetuación en la enseñanza secundaria obligatoria, retraso en la incorporación al mercado laboral). Ya existe un sistema de becas que concede el Ministerio de Educación para compensar el hecho de que el alumnado, que haya demostrado su valía, pueda seguir estudiando, en lugar de incorporarse al mercado laboral.

Lo mismo que los impuestos indirectos, los que pagamos por nuestro cotidiano «consumo», siempre perjudican a las clases mas desfavorecidas, estos óbolos que nos ofrecen pueden beneficiar por igual a los desiguales.Las verdaderas políticas sociales deben estar estructuradas de manera transversal, y su objetivo debe ser el garantizar los pilares fundamentales del estado de bienestar a toda la población.