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EL COMENTARIO

11-M: la autoría intelectual

Se veía venir: el inmenso peso moral y jurídico de la sentencia del 11-M, que ha dado entidad definitiva al relato cabal de aquellos terribles atentados cometidos por la horda islámica vinculada a Al Qaeda que confeccionó el juez instructor del Olmo, ha sido rápidamente desacreditado por los urdidores de la teoría de la conspiración con el argumento de que, al haberse producido la absolución de El Egipcio, no se conoce la autoría intelectual de la masacre. Lo decía Zaplana la misma noche del miércoles en un programa de televisión: él no se cree que quienes han sido condenados por la matanza fueran los organizadores de la tragedia. También la prensa que ha defendido la teoría de la conspiración aseguraba ayer en sus editoriales que sólo «estamos al final del principio» y advertía de que va a seguir investigando. Y el propio Rajoy, en una aparatosa y errada comparecencia tras la sentencia, manifestó estar dispuesto a apoyar «otra investigación», palabras que han sido consideradas «paradójicas» y «atosigantes» por la propia prensa solvente de la derecha.

ANTONIO PAPELL
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El asunto no pasaría de ser un juego detectivesco, sin mayor interés, si bajo él no estuviera la malicia de una acusación terrible que se ha mantenido más o menos tácita durante estos más de tres años que median desde los atentados y hasta la sentencia de la Audiencia Nacional, y que se ha extendido como una mancha de aceite por el sector social más reaccionario de este país: los islamistas no serían más que el brazo ejecutor de una gran conspiración.

Pero ¿quiénes serían los conspiradores? Puede haber pocas dudas si se utiliza el método inductivo elemental que tan buenos resultados ha dado a la investigación criminal, el «cui prodest» que aparece en nuestro Séneca, sin ir más lejos. Los conspiradores serían sencillamente los socialistas, que, seguros de encaminarse hacia su derrota en 2004, y viendo cómo la opinión pública estaba contra la participación española en la guerra de Irak, no habrían tenido escrúpulos en facilitar de algún modo al terrorismo islamista la comisión de un atentado que provocara la derrota irremisible del PP. Infortunadamente, este alarde imaginativo, que sólo puede caber en mentes de perturbados o de actores maquiavélicamente maliciosos, ha sido sin embargo la causa secreta de la enconada enemistad que hemos presenciado en esta legislatura, que comenzó con una delirante comisión de investigación sobre el 11-M en la que se cocieron estas inefables teorías. Teorías que han sido ahora formalmente laminadas por el tribunal de la Audiencia Nacional pero que están resurgiendo al amparo de la supuesta falta de «autoría intelectual».

Es tan escandalosamente falaz toda esta urdimbre de insinuaciones que produce hasta repugnancia denunciarlas. Sin embargo, para que no quede resquicio de duda, conviene traer aquí a algún experto de reconocida solvencia a que explique los preparativos del 11-M. Fernando Reinares, uno de los intelectuales occidentales que mejor conocen este asunto, investigador del Instituto Elcano y catedrático de Ciencia Política, ha explicado la «descentralización territorial del terrorismo global tras los atentados de Nueva York y Washington, una vez que Al Qaeda perdiese su santuario afgano». Asimismo, recuerda el especialista que la policía española desmanteló después del 11-S la célula de los seguidores de Bin Laden tenían en nuestro país. Todo ello explica el carácter autónomo del grupo español que tramó el 11-M, bajo la consigna de que la yihad había de tener lugar en las zonas en que se residiera, siempre que hubiese conflictos abiertos con el credo musulmán. Opina Reinares que esos conflictos, antiguos los unos y contemporáneos los otros, existían antes de la guerra de Irak, si bien la posición activa y protagonista de Aznar en este conflicto catalizó el odio y la agresividad de los fanáticos que aquí residían. Irak fue, pues, el probable detonante pero ni mucho menos la única causa.

Así las cosas, quienes se dispongan a seguir alentado las chirriantes e increíbles sospechas deberían meditarlo un momento. Porque, como dicen que dijo el presidente Lincoln, se puede engañar a todos una vez, se puede engañar a algunos todo el tiempo pero no se puede engañar a todos permanentemente.