Flores y ramos

Paradójicamente en nuestro fútbol en la última semana, Flores y Ramos también se han situado en primera línea de la actualidad por razones bien distintas. Ambos tienen en común compartir la difícil profesión del banquillo, esa que se mueve en la fina línea que marca el simple hecho de que el balón entre en la portería rival y no en la tuya.

El primero ha vivido el sinsabor que provocan los malos resultados. Bueno, más que los malos resultados el capricho de un presidente que lo ha destituido cuando el equipo contaba, hasta el pasado domingo, sus partidos como visitante por victorias. Y el de una afición que cree que tiene el mejor equipo del mundo todos los años y que los encuentros siempre se ganan. Que yo sepa esto es un juego. Espero que no se acuerden de él. Flores ha dicho que pierde un cargo pero gana una vida. De todos modos, se ha ido ganando, pero hasta la última peseta. Por tanto su marcha no supone un daño ni para el club, que ha tomado la decisión, ni para él.

El segundo ha firmado el contrato de su vida y se ha subido a un tren que probablemente no volvería a pasar. Lo gracioso es que pudo hacerlo a principios de temporada pero dice que entonces le retuvieron. ¿Qué pasa, que ahora no?. Lo curioso es que en su día le faltó tiempo para criticar a los clubes que depositaban un ramo en el césped del Sánchez Pizjuán en el lugar donde cayó desfallecido Antonio Puerta. En concreto afirmó que los futbolistas se desconcentraban y que los ramos hacían daño al equipo. Será casualidad pero puede que estuviese hablando de su propio apellido.