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Los monjes desafían a la Junta Militar con una nueva marcha un mes después de la revuelta
No se han registrado incidentes durante el desfile de bonzos, ya que no entonaron proclamas militares
Actualizado: GuardarLa revolución azafrán no ha acabado aún. Apenas un mes después de que la Junta Militar de Myanmar (antigua Birmania) aplastase por la fuerza las multitudinarias protestas contra este régimen dictatorial, los monjes budistas han vuelto a echarse a la calle. De nuevo, lo han hecho en Pakkoku, donde comenzaron las manifestaciones a mediados de agosto y por donde ayer desfilaron unos 200 bonzos. Con más de 80 monasterios, esta ciudad situada a unos 500 kilómetros de Yangón (la antigua capital, Rangún) es un importante centro budista y, además, el origen de la denominada revolución azafrán.
No en vano, las marchas contra el Gobierno se extendieron como la pólvora después de que una veintena de soldados de Pakkoku apalearan y maltrataran el pasado 5 de septiembre a varios monjes que protestaban en la calle contra la espectacular subida del precio de la gasolina y el butano que había tenido lugar el 19 de agosto.
Demandas
Según informaba la radio disidente Voz Democrática de Birmania, con sede en Noruega, éste era otra vez el motivo que los había llevado a manifestarse. «Vamos a continuar nuestras protestas del mes pasado porque no hemos logrado ninguna de las demandas que pedíamos, como la reducción del precio de los carburantes, la reconciliación nacional y la inmediata liberación de todos los presos políticos, incluyendo a la líder de la oposición Aung San Suu Kyi», explicó un monje.
Aunque la inesperada y pacífica marcha, que partió de la pagoda Shwegu y duró una hora, ha supuesto un auténtico desafío a la Junta Militar, los bonzos se cuidaron de no cantar proclamas políticas y se dedicaron a los salmos religiosos, por lo que no se registraron incidentes. Además, evitaron la ruta por donde miles de personas habían pasado por la mañana manifestándose a favor de la actuación del Gobierno durante la revuelta.
A pesar de estas precauciones, la procesión de los monjes se ha revelado como una auténtica sorpresa, sobre todo teniendo en cuenta el miedo que impera en Birmania tras el violento aplastamiento de las protestas.