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Inquietantes indicios

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La inflación interanual española experimentó un brusco incremento en octubre con una imprevista subida de nueve décimas, lo que sitúa la tasa anual en el 3´6%, la mayor en catorce meses según la estadística adelantada del Índice de Precios de Consumo Armonizado. La economía española viene acumulando una serie de indicadores negativos en torno al desempleo, la ralentización del sector de la construcción y la evolución del déficit exterior que pueden estar anunciando un enfriamiento más acusado que el apuntado por las predicciones del Gobierno. El aumento de la inflación en 1,4 puntos en apenas dos meses sitúa al Ejecutivo ante un cierre de año con dificultades sobrevenidas, derivadas de la crisis crediticia en EE UU pero también del incremento del coste del crudo y del alza en la cesta de la compra.

La admisión por parte del vicepresidente Solbes del «mal dato, sin paliativos» de la inflación vuelve a cuestionar la fiabilidad de la previsión de crecimiento del 3,3% plasmada en los Presupuestos Generales para 2008. Los augurios más optimistas no deberían minusvalorar las señales que vienen sugiriendo una desaceleración más o menos palpable; entre ellas, el retraimiento de la productividad y la incapacidad aún de la industria para poder tomar el relevo de la construcción. De igual manera, y aun cuando pueda albergar sospechas sobre supuestas maniobras especuladoras, el Ejecutivo tampoco debería desatender las nuevas dificultades que afronta el sector alimentario y las advertencias lanzadas por los abastecedores ganaderos –ayer mismo– sobre la posibilidad de que el repunte de los precios no sea coyuntural. El Gobierno haría bien en preparar la economía para una etapa de eventual decrecimiento, promoviendo la competitividad, mejorando la implantación tecnológica en la producción, garantizando usos energéticos eficaces y ajustando cabalmente el gasto público.