La extraña visita
Actualizado: GuardarSúbitamente, el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, llegó a Teherán en una visita sorpresa dos días después de que el director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica, Mohamed al-Baradei, dijera que «no hay evidencia de que Irán esté buscando fabricar un arma atómica». Es como si desde el viaje de Vladimir Putin a Irán hace dos semanas y su crucial entrevista allí con el guía de la revolución, Alí Jamenei, a quien entregó una «proposición escrita» de naturaleza no bien precisada, estuviera en marcha una gran operación que pudiera llevar a Teherán a reconsiderar su posición sobre el dossier nuclear.
Coincidiendo con la toma de posición de Baradei el domingo (en una declaración a CNN y reiterada, con un vocabulario más frío y técnico el lunes en su informe anual a la Asamblea General de la agencia) trascendió que está en la capital iraní el adjunto de Baradei, el ingeniero finlandés Olli Heinonen, quien sostiene reuniones con altos funcionarios del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, que se ocupa del expediente atómico y depende del Guía.
Lavrov tal vez pidió un último esfuerzo al presidente Ahmadineyad tras fortalecer la posición política, técnica y diplomática de su país con el doble esfuerzo de la AIEA, con Baradei al frente –un premio Nobel de la paz conocido por su independencia– y el bloqueo ruso y chino a nuevas sanciones en el Consejo de Seguridad.
Ayer mismo en Pekín los chinos reiteraron a la ministra israelí de Exteriores, Tzipi Livni, su oposición a sanciones adicionales y más duras, como piden los norteamericanos y su activo socio el presidente Sarzkozy, que, rompiendo con la circunspección del presidente Chirac, se ha convertido en ardiente defensor de la línea dura en este asunto.