Emoción a flor de piel
Un grupo de peregrinos de la Diócesis de Asidonia-Jerez asistió a la beatificación, una de las más multitudinarias de la historia
Actualizado:Un grupo de peregrinos de la Diócesis de Asidonia-Jerez asistió este fin de semana en Roma a la beatificación de los 498 mártires del siglo XX en España, entre los que hay ocho personas que tuvieron alguna relación con Jerez a lo largo de su vida. Es el caso, por ejemplo, de Miguel Molina de la Torre que estudió en la ciudad aunque había nacido en Córdoba, de Florencio Arnáiz, que estuvo cinco años al cargo de la primera clase de primaria en el colegio San Juan Bautista de La Salle o de Antonio Torrero, que fue ordenado sacerdote en la ciudad en septiembre de 1931.
Los jerezanos no regresarán de esta peregrinación hasta mañana por la noche puesto que además de presenciar la ceremonia de beatificación en la capital, han visitado otras ciudades como Florencia o Venecia. Además de este grupo oficial de peregrinación, otros muchos jerezanos acudieron a este acto. Entre ellos, el propio obispo de Jerez, Juan del Río Martín, que publicó una carta pastoral con motivo del acontecimiento.
Lo cierto es que era imposible entrar en San Pedro y no reparar en dos enormes banderas españolas con el águila. Perfecto para los periodistas. Una la llevaba, vestido de militar, un italiano de 39 años, Juan Carlos Gentile. Dice que su abuelo fue a la Guerra Civil y es de la asociación de ex combatientes. Y había quien iba más atrás: se veían banderas blancas con aspas rojas -la cruz de San Andrés- que, según informaban sus portadores, era la del imperio español hasta 1843. No quedaba muy claro qué tenía que ver.
Fe y recuerdos
Eran puntos llamativos pero aislados en la multitud, 30.000 personas más anónimas, más silenciosas y menos preocupadas por la historia que por su fe o sus recuerdos. Por ejemplo, María José Solís, una sevillana que con un grupo de seis amigos, algunos de Madrid, ha viajado a Roma por su cuenta. No son de ninguna parroquia o asociación. «Da gusto venir a algo así, a recordar gente que da testimonio de su fe, y eso es importante para el que cree, ayuda», explica. Sobre las banderas que se ven opina que «siempre hay gente para todo». «No es lo adecuado, este es un acto religioso», dice. Un síntoma que se repite en muchos asistentes: parece cansada de que se relacione el acto con la política.
Más emotivo, pero similar, es el punto de vista de Silvia Gómez, una joven riojana de Calahorra que ha llegado con su marido, su niña y 25 familiares más. Viene porque el tío de su abuelo es uno de los 498 mártires, Ramón de la Virgen del Carmen. ¿Qué piensa de la ceremonia? «Hombre, se agradece que haya un reconocimiento de lo que hizo y no quede en el silencio. Yo siempre he oído contar su historia, pero en casa». La Ley de Memoria Histórica no le parece mal -«todo lo que sea recordar está bien»-, aunque cuestiona su necesidad. «Yo creo que la gente ha perdonado mucho, los que no, seguirán igual, con ley o sin ella», resume. Es gente que viene por su cuenta, aunque, como suele ocurrir en los actos vaticanos, hay un buen número de grupos organizados, muchos de adolescentes.