Zapatero en Barcelona
La visita del presidente del Gobierno a Barcelona el pasado domingo ha representado plásticamente la asunción personal por Rodríguez Zapatero de la responsabilidad por el desastre de la obra de llegada del AVE a la ciudad. Así lo han entendido los medios de comunicación catalanes, que han subrayado (El Periódico) que «la clamorosa ausencia de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, en la visita es una demostración más de que la máxima responsable del ministerio de las infraestructuras ha perdido la confianza del presidente, al menos en este proyecto vital, y que solo sigue en su puesto por razones de oportunidad política». En cualquier caso, con este gesto del jefe del Ejecutivo han perdido sus argumentos quienes aseguraban que Zapatero mantenía en su puesto a Magdalena Álvarez para que le sirviera de parachoques en estas vísperas electorales. Igualmente, se desmantela así la simetría que pudiera establecerse con el caso Prestige, en que la incompetencia se alió con la renuencia de Aznar a visitar la zona del problema. El director de La Vanguardia, José Antich, deslizaba ayer este comentario: «Hace bien la oposición en quejarse de su visita, ya que sorprendentemente la presteza que él ha tenido no la han tenido ellos...».
Actualizado: GuardarEs evidente que la crisis del transporte ferroviario de Barcelona tiene trascendencia electoral. Pero no necesariamente en el sentido directo de debilitar las expectativas de la actual mayoría política. Para entender lo que ocurre, resulta muy ilustrativo analizar la encuesta de opinión confeccionada por el Instituto Noxa para La Vanguardia, que habrá supuesto un mazazo sobre las ilusiones de Rajoy: si las elecciones tuviesen lugar ahora mismo, el PSC, que consiguió 21 diputados en 2004, lograría 23, a costa del descenso que registraría Esquerra Republicana. El PP, por su parte, si resiste sin romperse la difícil sucesión de Piqué, quedaría con los mismos seis escaños que obtuvo entonces. En definitiva, Rajoy queda en Cataluña a 16 escaños de Zapatero, una distancia muy difícil de salvar en el conjunto del Estado y que, como en 2004, puede ser clave para el signo final y definitivo de las elecciones.
La encuesta refleja sin embargo, y como es natural, la irritación social por lo que está ocurriendo. Si hace un año, el 60% de los catalanes consideraba positiva la gestión de Zapatero, ahora este porcentaje se ha reducido al 37%. Ello es consecuencia de que el 68% de los encuestados cree que la causa de la crisis de las infraestructuras es la falta de inversión del Gobierno central. La visita del presidente del Gobierno, que bien pudiera ser preámbulo de la dimisión de Álvarez, ha ofrecido asimismo un elemento de racionalidad: el cicerone del presidente del Gobierno y del presidente de la Generalitat por el tramo conflictivo del pasillo ferroviario ha sido nada menos que Juan Miguel Villar Mir, el presidente de la constructora OHL que lo tiene a su cargo, quien había sido acusado por fuentes ministeriales de estar chantajeando al Gobierno. El subsuelo de Cataluña es conocidamente complejo, y no parece razonable opinar alegremente de las vicisitudes técnicas de una obra de extraordinaria dificultad sin conocer a fondo el problema. Tampoco es de recibo injuriar sin fundamento a un empresario solvente.
El problema en cuestión proviene de la decisión de hacer transitar el AVE hasta el centro de Barcelona por el mismo pasillo ferroviario que utilizan las Cercanías de RENFE. Todo esto lo conoce a la perfección la opinión pública catalana y con seguridad los ciudadanos tomarán las decisiones oportunas en las próximas elecciones. Decisiones complejas y, quizá, de marcado carácter absentista, que en todo caso tendrán en cuenta todos los factores que concurren en esta ardua contrariedad colectiva.